“Sí, me
levantaré, volveré junto a mi padre.” (Lc 15,18) -
Volveré a
casa de mi padre como el hijo pródigo y seré acogido.
Como hizo él,
lo haré yo también. ¿No me escuchará?
A tu puerta,
Padre misericordioso, llamaré.
¡Ábreme, que
entre, que no me pierda de nuevo y muera!
Tú me has
constituido heredero tuyo, y yo he dilapidado mi herencia.
¡Trátame como a
uno de tus jornaleros.
Como del publicano ¡ten piedad de mí y viviré!
Como a la
pecadora ¡perdóname mi pecado, Hijo de Dios!
Como a Pedro
¡sácame de las aguas de mi bajeza, que no me hunda!
Como a la oveja
perdida ¡búscame y me encontrarás y sobre tus hombres, Señor, llévame a la casa
del Padre!
Como al ciego, ¡ábreme los ojos, que vea la luz!
Como al sordo
¡ábreme los oídos y escucharé tu voz!
Como al
paralítico ¡cura mi enfermedad y alabaré tu nombre!
Como al leproso
¡con tu hisopo purifícame de mis inmundicias! (Sal 50,9)
Como a la niña,
hija de Jairo, ¡dame la vida, oh Señor!
Como a la
suegra de Pedro, ¡cúrame porque estoy enfermo!
Como al joven
¡hijo de la viuda, levántame!
Como a Lázaro, ¡llámame por tu voz y desata
mis vendas!
Ya que estoy
muerto por el pecado, como por una enfermedad.
¡Levántame de
mi desastre para que alabe tu nombre!
Te lo pido,
Señor de tierra y cielo, ¡ven en mi auxilio y muéstrame el camino para que
llegue hasta ti!
¡Llévame hasta
ti, Hijo del Sumo Bien y colma tu misericordia!
Iré hacia ti y
me saciaré de tu alegría.
Jacques de
Saroug
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