Si
eres católico, no un cristiano “adulterado” que añade, quita o cambia la Palabra
Escrita (Apoc. 22:18,19), sabes que la Navidad es un renacer en La
Palabra de Jesús. Cada año, Él nos recuerda junto a su Madre, que el alma
sigue, que cada uno vivirá eternamente
donde “elija”.
Hace
poco, en Navidad, escuché a un tipo -en un “viral”- que decía: “Si Jesús ha muerto para salvarnos,
todos somos salvos; ni las misas, ni las oraciones, ni las religiones, sirven
para nada”… Perfecto ignorante que cree salvarse porque Jesús murió por él, perdonando
toda su vida y asunto concluido.
Cuando
no se lee La Palabra, el mal se aprovecha y se instala en el alma. Pocos se
salvan en verdad y, con estos “speeches” absurdos e intencionados, menos aún. El
tema es alejar al hombre del Evangelio.
La
Navidad es recuerdo y es Gracia;
es tener la oportunidad del cielo haciendo “el camino” y, en cada paso, un
mensaje de Cristo. Pues ¿Qué otro motivo tuvo su Nacer sino su Palabra? Antes
de Él, ni cumpliendo los Mandamientos, el cielo se abría para nadie.
Hoy
lo tenemos abierto, pero ni tú ni yo entraremos si NO atendemos al Evangelio, si
no consideramos la confesión y la Eucaristía, como medio para llegar a Él. El Bautismo
por sí solo, no garantiza la salvación.
La
Verdad no es un misterio, es UNA y está
ESCRITA. ¿Dónde la humildad de NO reconocerse
miserable ante el Evangelio? Mal final veo...
Recordemos el Libro Sagrado en cada
Navidad, lo practiquemos en toda su plenitud y nos salvemos.
Emma Díez Lobo
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