lunes, 28 de enero de 2019

Jornada mundial de la Vida Consagrada




Padre Nuestro

La vida consagrada, presencia del amor de Dios

De igual modo, en la liturgia de esta fiesta, la Iglesia, representada por nuestro obispo diocesano y por todos los fieles que nos acompañan, invita a las personas consagradas a tener un encuentro con el amor de Dios. Los consagrados ofrecen el testimonio vivo de que Dios está presente en todo lugar y época, de que su amor llega a todos los rincones de la tierra y del corazón humano. En esta Jornada, que lleva por lema «Padre nuestro. La vida consagrada, presencia del amor de Dios», renovamos nuestra respuesta a la elección de Dios, y salimos al encuentro del Señor con la luz de la fe, la fuerza de la esperanza y el fuego del amor que el Padre ha encendido en nuestros corazones.

 En esta Jornada mundial de la Vida Consagrada damos gracias a Dios por todas las personas consagradas, que desde las diversas vocaciones y formas de servicio son presencia elocuente del Amor de Dios en el mundo. Invitamos encarecidamente a todos los fieles cristianos a dar gracias a la Trinidad por el don de la vida consagrada, que siempre es iniciativa del amor del Padre

 Bendito eres, Señor, Padre nuestro, porque en tu gran misericordia, y por medio de tu Espíritu, no has dejado de llamar, a lo largo de la historia, a hombres y mujeres que, consagrados a Ti, fuesen en la Iglesia presencia de tu  Amor y manifestación viva del seguimiento radical de Cristo, testigos creíbles del Evangelio, profetas humildes y valientes de tu Reino, hijos fieles de la Iglesia. Por ello ¡te glorificamos!

Te glorificamos, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque en tu Hijo Jesús nos has mostrado el camino del amor sin medida en el servicio solícito y generoso. Cristo ha hecho de Tu voluntad su alimento y su descanso, su fortaleza y su alegría.

Gracias, Padre, por habernos querido asociar íntimamente a este misterio de obediencia filial, en Cristo, por Cristo y con Cristo. La Virgen María, la Sierva obediente, siempre dócil a tu Palabra, nos precede en la sincera adhesión a tu santa voluntad, y renovamos nuestro voto de obediencia que un día profesamos en el seno de tu Iglesia.

Te glorificamos, Padre, y te bendecimos, porque en Jesucristo, nuestro Dios y Señor, nos has dado la verdad de tu amor, donación sin reservas y entrega sin límite. Él, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, nos ha mostrado la dicha evangélica reservada para los mansos y humildes de corazón, los pobres de espíritu, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, los perseguidos y los que sufren a diario por causa de tu Reino.

 Gracias, Padre, porque en Cristo nos lo has entregado todo. Él es tu Hijo Amado, a quien nos invitas a escuchar siempre. Él, nuestro maestro y nuestro hermano, es el Hombre-Dios paciente y misericordioso, compasivo y fiel, que ha venido a buscar lo que estaba perdido y enseñarnos el camino de regreso a la Casa del Padre. De Él aprendemos que no tenemos, aquí en la tierra, otro lugar donde reclinar nuestra cabeza fuera de Ti. Junto a Él somos dichosos de vivir desprendidos, compartiendo nuestros bienes con los necesitados  y proclamando que solo Cristo es nuestra riqueza.

Oh, Señor: mira con ojos de misericordia a estos hijos e hijas tuyos: un día les llamaste y ellos te siguieron. Lo dejaron todo por Ti. Renueva hoy en sus vidas el fuego ardiente del amor primero. Ayúdales a caminar presurosos tras las huellas de tu Hijo e infunde en sus corazones la adhesión plena a tu Palabra y la comunión sin fisuras con nuestra Madre la Iglesia. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos . Amén.

PRECES

ü  Por los jóvenes: para que, descubriendo el amor de Dios, puedan escuchar su voz y estén dispuestos a ofrecer sus vidas siguiendo su llamada. Roguemos al Señor. –

ü  Por todos los miembros de Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, por el Orden de las vírgenes, y por cuantos han recibido el don de la llamada a la consagración: para que, alcanzados por Cristo, sean auténticos testigos de la presencia del Amor de Dios en nuestra sociedad y en el mundo entero. Roguemos al Señor.

ü  Por las familias, elegidas por Dios para transmitir la fe a sus hijos: para que, impulsadas por la fuerza del Espíritu Santo y el amor de Jesús, sean semilleros de nuevas vocaciones. Roguemos al Señor.





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