Padre
Nuestro
La
vida consagrada, presencia del amor de Dios
De igual modo, en la
liturgia de esta fiesta, la Iglesia, representada por nuestro obispo diocesano
y por todos los fieles que nos acompañan, invita a las personas consagradas a
tener un encuentro con el amor de Dios. Los consagrados ofrecen el testimonio vivo
de que Dios está presente en todo lugar y época, de que su amor llega a todos
los rincones de la tierra y del corazón humano. En esta Jornada, que lleva por
lema «Padre nuestro. La vida consagrada, presencia del amor de Dios», renovamos
nuestra respuesta a la elección de Dios, y salimos al encuentro del Señor con
la luz de la fe, la fuerza de la esperanza y el fuego del amor que el Padre ha
encendido en nuestros corazones.
En esta Jornada mundial de la Vida Consagrada
damos gracias a Dios por todas las personas consagradas, que desde las diversas
vocaciones y formas de servicio son presencia elocuente del Amor de Dios en el
mundo. Invitamos encarecidamente a todos los fieles cristianos a dar gracias a
la Trinidad por el don de la vida consagrada, que siempre es iniciativa del
amor del Padre
Bendito eres, Señor, Padre nuestro, porque en
tu gran misericordia, y por medio de tu Espíritu, no has dejado de llamar, a lo
largo de la historia, a hombres y mujeres que, consagrados a Ti, fuesen en la
Iglesia presencia de tu Amor y manifestación viva del seguimiento radical de
Cristo, testigos creíbles del Evangelio, profetas humildes y valientes de tu
Reino, hijos fieles de la Iglesia. Por ello ¡te glorificamos!
Te glorificamos, Padre,
Señor del Cielo y de la Tierra porque en tu Hijo Jesús nos has mostrado el
camino del amor sin medida en el servicio solícito y generoso. Cristo ha hecho
de Tu voluntad su alimento y su descanso, su fortaleza y su alegría.
Gracias, Padre, por
habernos querido asociar íntimamente a este misterio de obediencia filial, en
Cristo, por Cristo y con Cristo. La Virgen María, la Sierva obediente, siempre
dócil a tu Palabra, nos precede en la sincera adhesión a tu santa voluntad, y
renovamos nuestro voto de obediencia que un día profesamos en el seno de tu
Iglesia.
Te glorificamos, Padre, y
te bendecimos, porque en Jesucristo, nuestro Dios y Señor, nos has dado la
verdad de tu amor, donación sin reservas y entrega sin límite. Él, que siendo
rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, nos ha mostrado la dicha
evangélica reservada para los mansos y humildes de corazón, los pobres de
espíritu, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, los perseguidos y
los que sufren a diario por causa de tu Reino.
Gracias, Padre, porque en Cristo nos lo has
entregado todo. Él es tu Hijo Amado, a quien nos invitas a escuchar siempre.
Él, nuestro maestro y nuestro hermano, es el Hombre-Dios paciente y
misericordioso, compasivo y fiel, que ha venido a buscar lo que estaba perdido
y enseñarnos el camino de regreso a la Casa del Padre. De Él aprendemos que no
tenemos, aquí en la tierra, otro lugar donde reclinar nuestra cabeza fuera de
Ti. Junto a Él somos dichosos de vivir desprendidos, compartiendo nuestros
bienes con los necesitados y proclamando
que solo Cristo es nuestra riqueza.
Oh, Señor: mira con ojos
de misericordia a estos hijos e hijas tuyos: un día les llamaste y ellos te
siguieron. Lo dejaron todo por Ti. Renueva hoy en sus vidas el fuego ardiente
del amor primero. Ayúdales a caminar presurosos tras las huellas de tu Hijo e
infunde en sus corazones la adhesión plena a tu Palabra y la comunión sin
fisuras con nuestra Madre la Iglesia. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos . Amén.
PRECES
ü Por
los jóvenes: para que, descubriendo el amor de Dios, puedan escuchar su voz y
estén dispuestos a ofrecer sus vidas siguiendo su llamada. Roguemos al Señor. –
ü Por
todos los miembros de Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica,
por el Orden de las vírgenes, y por cuantos han recibido el don de la llamada a
la consagración: para que, alcanzados por Cristo, sean auténticos testigos de
la presencia del Amor de Dios en nuestra sociedad y en el mundo entero.
Roguemos al Señor.
ü Por
las familias, elegidas por Dios para transmitir la fe a sus hijos: para que,
impulsadas por la fuerza del Espíritu Santo y el amor de Jesús, sean semilleros
de nuevas vocaciones. Roguemos al Señor.
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