sábado, 19 de enero de 2019

II Domingo del Tiempo Ordinario




La nueva economía de la alegría

San Juan da mucho énfasis al primer milagro que realizó Jesús, viendo en él un anuncio y síntesis de toda su obra: comienza el tiempo de las bodas de Dios con la humanidad por medio de Jesús y por intercesión de María su madre.

El matrimonio –hoy tan combatido por movimientos materialistas- es «el arquetipo por excelencia del amor humano, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente cuerpo y alma y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen a primera vista los demás tipos de amor» (Enc. Deus caritas est  2). Dios lo ha elegido como símbolo de su obra salvadora. Él es el esposo y la humanidad la esposa. Él se entrega totalmente a la esposa para que tenga plenitud de vida, de felicidad y de fecundidad. Todo el Antiguo Testamento fue un intento de realizar plenamente esta unión entre Dios y su pueblo, pero nunca se pudo realizar debido a la infidelidad de la esposa, siempre inclinada a seguir a los ídolos. Por eso Dios la castiga y anuncia a la vez un tiempo en que se realizará plenamente el matrimonio (1ª lectura). En este contexto tiene lugar el primer signo que realiza Jesús.

El relato de san Juan no es un relato-crónica psicológico, sino un relato con rasgos simbólicos de un hecho que tuvo lugar. Jesús aparece como amigo de los hombres, compartiendo sus alegrías; por eso asiste a la boda, con sus discípulos y su madre. La celebración de la boda en aquella época se prolongaba durante varios días, en que los invitados comían en la casa de los novios. Falta el vino, símbolo de alegría. La madre de Jesús se lo comunica a su Hijo, sugiriéndole que intervenga. La respuesta de Jesús hay que verla como rasgo teológico: Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora, (literalmente, mujer, qué [hay] entre tú y yo),  es decir, Jesús va actuar y traer vino de forma independiente a toda influencia humana, porque la salvación es solo obra de Dios (hay quien interpreta la respuesta de Jesús a su madre de forma psicológica, encontrándola poco fina, pero este tipo de lectura está fuera de lugar). En el momento de la petición todavía no ha llegado su hora, es decir, el tiempo de su muerte y resurrección en que se hará efectivo todo lo que se va a significar aquí y en que él hará partícipe a su madre en su obra salvadora. Nos la dejará como madre (Jn 19,26-27). María entiende la respuesta en sentido positivo y en sintonía con su Hijo manda a los sirvientes: Haced lo que él os diga. Se llenan de agua seis tinajas de piedra, destinadas a la purificación de los judíos, de  unos cien litros cada. Y el agua se convierte en un vino especial, como constata el mayordomo. El agua significa todo el Antiguo Testamento, tiempo de purificaciones con agua, el vino, en cambio, el Nuevo Testamento, tiempo de alegría por las bodas definitivas de Dios con la humanidad. San Juan subraya que este fue el primer signo realizado por Jesús, que manifestó su gloria y que creció la fe de sus discípulos. Signo es una realidad que lleva a otra. Aquí lleva a la realidad de las bodas de Dios con la humanidad, tiempo de alegría, todo ello fruto de la gloria de Jesús, es decir, de que comparte el poder salvador de Dios.

Este signo ofrece una síntesis de la obra salvadora de Jesús, que es íntima unión amorosa,  gozosa y fecunda entre Dios y los hombres, entre Dios y su Iglesia. Esto implica que cada cristiano ha de vivir su pertenencia a la Iglesia en una relación fiel y gozosa con el Padre por medio de Jesucristo, una unión que debe ser fecunda, engendrando nuevos hermanos. Como recuerda Pablo (2ª lectura), cada cristiano es un miembro de Cristo-Esposo y, como tal, ha recibido una tarea concreta, dada libremente por el Espíritu Santo al servicio de los demás.

Cada celebración de la Eucaristía debe ser renovación gozosa de las bodas de Cristo con su Iglesia. En ella debe ir creciendo la fe de los discípulos y perfeccionando su unión amorosa y fecunda con el Padre por medio de Jesucristo.

Rvdo. Antonio Rodríguez Carmona

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