Miraba sus heridas de Muerte y observé
los pecados del hombre, cada uno en su lugar…
Primero en su Corona de Espinas. ¡Oh
mente!, es el peor causante de la ignominia, cada espina, una idea de maldad.
El Golpe en la mejilla. Junto a la boca y los ojos. Por la
lengua se condena el hombre y por la vista, se hace miserablemente corrupto.
La Lanzada en el pecho. Templo de Dios, vacío de santidad,
caridad y bien.
Manos Clavadas. Ejecutoras de perversidad y muerte.
Y por último, Los Pies Clavados. Esos
que nos desplazan de un lado a otro para cumplir lo que nuestra mente, nuestra
lengua, nuestra vista, nuestro corazón y nuestras manos, desean…
Un Cristo Crucificado nos debería
recordar en cada momento “los lugares” donde radican los pecados más
monstruosos. En verdad que no somos conscientes de hacia dónde -oscuridad más
absoluta- podemos conducir nuestro YO.
Benditos aquellos que carecen de “los
artífices” que arrastran al infierno. Benditos aquellos que utilizan su cuerpo
entero para Gloriar a Dios y, vean en sus seis Heridas, su redención. Aleluya
por los hombres que en su inocencia, humildad y carencias, han sido Bendecidos
por Dios.
Y nosotros -que estamos en peligro-, saquemos
cada espina del pensamiento; hablemos y miremos con lengua y ojos de Evangelio;
tengamos un corazón para amar, manos para ayudar y pies para perpetuar las
pisadas de las sandalias de Dios.
Emma
Díez Lobo
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