Nadie puede ser conocido sino cuando se
le ama, esto decía San Agustín y yo añado que el amor cuando se lleva dentro, todo
el mundo importa, nace una sensibilidad extraordinaria hacia la palabra “GENTE”.
Parece extraño y casi inalcanzable pero
sucede; ese cambio de “chip” te hace ver como las personas se han convertido en
almas de Dios. Dan ganas de gritar: “Oye
¿lees el Evangelio?, ahí tienes las claves de tu salvación”.
¿Qué es el cuerpo sino la envoltura del
yo? Da igual el semblante, la edad, simplemente ves una carne que se destruirá
y un espíritu con todas sus facultades. Lo piensas
y te da pavor que ellos no lo vean.
Cuántos atesoran para la tierra como si
ella nos fuera a devolver tiempo y, solo devuelve destrucción y melancolía. Todo,
absolutamente todo, se lo traga la tierra mientras que el tiempo se consume y
la eternidad se acerca.
Me pregunto si les preocupa la
eternidad como a mí… Pero no percibo esa inquietud y me digo: “¡Ay! de aquel qué no creyó, ¡ay! del fariseo
que vivió “mintiendo” a Dios saltándose su Evangelio”. Imagino la Justicia
de Dios “aquél” día, pero tan benevolente y misericordioso hoy en la tierra… Es
terrible ver a multitudes pasar de su perdón…
Como decía Bernabé, “no podemos dejar de intentar salvar almas”;
no es fácil ni gratis, lo sé, como también sé que la humanidad corre un gran
peligro y es nuestro deber hacer que volvamos todos a casa…
Emma
Diez Lobo
No hay comentarios:
Publicar un comentario