a los pies del Señor…
Mientras el grupo de discípulos sigue su
camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a
dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a
provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.
María, seguramente la hermana más joven,
lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación
es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al
verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su
Palabra y alimentándose de su enseñanza.
La reacción de Marta es diferente. Desde
que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo
debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada
por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no
te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche
una mano».
Jesús no pierde la paz. Responde a Marta
con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que
también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan
esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra
«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es
necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».
Jesús no critica el servicio de Marta.
¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir
acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de
trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.
Jesús no contrapone la vida activa y la
contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir
prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de
vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente,
apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz
y amor.
Apremiados por la disminución de
fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda
clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les
ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y
alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia
la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos
encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por
testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.
Ed. Buenas Noticias
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