Cuando Dios perdona nuestros pecados, no queda en nosotros rastro de culpa y por lo tanto tampoco de castigo y sabemos que Jesús dio este poder de perdonar los pecados a su Iglesia : "A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados" (Jn 20,23).
Sin embargo Satanás, maestro en infundir zozobras en nuestro interior hace resonar en nosotros el grito angustioso de Caín al matar a su hermano Abel: "Mi culpa es demasiado grande para soportarla"(Gn 4,13).
Satanás el Gran Ponzoñoso siembra la incertidumbre del perdón de Dios en nuestros corazones recordándonos pecados anteriores. Frente a Satanás, acusador infame, Dios proclama que su misericordia y su bondad son infinitas..." (Sl 89,1) y para que estas palabras no queden en un simple titular intrascendente, insiste en su perdón absoluto; le oímos por medio de Isaías: " Aunque vuestros pecados fuesen como la grana quedarán blancos como la nieve" (Is 1,18) Volvemos al grito angustioso de Caín !No puedo soportar- cargar con mi culpa!! Es cierto...y por eso mismo Dios mismo interviene enviándonos a su Hijo, "El Cordero que carga con el pecado del mundo" (Jn 1,29 )
El sacramento de la Confesión instituido por Jesús como vimos antes (Jn 20,23) no es un Tribunal sino el Atrio Santo en el que somos perdonados, en ella descargamos nuestros pecados en el Cordero que haciéndose con ellos los suprimió en la Cruz como dice Pablo ( Col 2,14) Si ,con su muerte Jesús blanqueo nuestros vestidos inmundos por medio de su Sangre. ( Ap 7,14b )
P. Antonio Pavía
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