El Evangelio nos desvela este domingo que en la viña de nuestro corazón es Dios el verdadero dueño y nosotros somos los operarios, llamados personalmente por Él para trabajarla. A lo largo de toda nuestra vida va saliendo a nuestro encuentro y nos llama, no busca su provecho, sino el nuestro y no se cansa, cualquier hora es buena para comenzar. En este texto resalta la justicia de Dios, a nadie le faltará lo necesario para vivir con la dignidad de un hijo de Dios, de eso ya se preocupa Él; aunque a nuestro alrededor se oigan voces de crítica, sin embargo, Dios no hace ninguna injusticia, porque les ha pagado lo que acordaron, lo que se creía correcto por jornada. A los “cotilleos” no les hace caso el Señor, lo que le interesa es que no nos falte lo necesario y la paga que nos regala es la vida eterna. A todos nos paga más de lo que merecemos, aunque hayamos comenzado a primera hora, así es el corazón de Dios, esa es su bondad. El amor es lo que hace a Dios salir al encuentro de los necesitados y no los abandona; como siempre, Él lleva la iniciativa, va en su busca, incluso cuando no se le ha pedido, porque el amor de Dios es muy grande y su misericordia es lo que nos salva.
Los
textos de la Palabra de Dios nos están abriendo a un horizonte exigente de
vida, porque nos preparan para ponernos en marcha y buscar al Señor, se nos
pide hacer un éxodo, un abandono de todo lo caduco, de todo pecado, para volver
el rostro a Dios, a ponernos en camino para un reencuentro con Cristo. En esto
insiste san Pablo cuando nos hace valorar la cercanía, el poder y la ternura
del Señor, por eso pudo decir que, «para mí, la vida es Cristo». Así de
directo, sin rodeos, convencido y avalado por su misma historia y con una
contundente seguridad nos dice que «lo importante es llevar una vida según el
Evangelio». La noticia de la presencia de Dios en nuestra vida nos anima: «Yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20) y todavía
hay algo más que considerar, la razón más importante que nos debe acercar a
Cristo: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).
Jesucristo
es la respuesta para toda persona que tenga sed de un amor infinito, para el
que busque la verdad. Ya nos ha preparado el Señor para que podamos sentirlo
muy cerca de nosotros, para que aprendamos a reconocerlo como Padre. Lo cierto
es que Dios está cerca de todos los que lo invocan, al alcance de quien lleva
una vida entregada en fidelidad a Él y visible para el que se alejó, porque
Dios siempre se hace cercano, ya que es misericordioso y fiel a su palabra de
salvación; Dios tiende siempre la mano, es especialista en establecer puentes
para que nos sea más fácil el acceso. Dios es amor.
La
Palabra nos lleva a confiar en Dios, porque tenemos la seguridad de que los
sistemas, las ideologías, las consignas… todo eso cae, se derriten en el
camino, pero el Señor permanece para siempre y nunca dejará de salir a nuestro
encuentro, desde la madrugada hasta el atardecer.
Ruego por
vosotros y pido por los que andan por otros caminos que no son los del Señor,
para que todos tengan la gracia de conocer y amar a Dios. Ánimo,
evangelizadores. Con mi bendición.
+ José
Manuel Lorca Planes
Obispo de
Cartagena
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