Es
el abrazo más conmovedor por parte de ese Dios que nos hizo sus hijos, y que
nos confió a los demás como nuestros hermanos. No hay condicionantes ni
cláusulas menores: el hambre y todas sus formas, la sed con todas sus ansias,
la inmigración y todas sus intemperies, la desnudez y todas sus indignidades,
la cárcel y todas sus mazmorras. Ahí encontramos a este Dios humanado en
Jesucristo. Y ahí ha cifrado Él la bendición de quienes han entendido tamaño
abrazo bendito y secundan el mismo, alargando sus brazos, abriendo sus ojos,
palpitando los mismos latidos de un Corazón infinito.
En
estos días hemos celebrado la festividad de la Virgen de la Merced, patrona de
las cautividades y de la pastoral penitenciaria. En Asturias tenemos una
Hermandad cuyo titular es Jesús Cautivo. Y un área pastoral que tiene que ver
con el mundo de la cárcel, donde se trabaja por parte de sacerdotes, religiosas
y voluntarios laicos de una manera hermosa y muy comprometida. No es el ámbito
bello y necesario de la catequesis infantil que tiene su ingrediente de ternura
y de tanta gratificación viendo a nuestros pequeños crecer en su fe, en el amor
a Dios y a los hermanos como hijos de la Iglesia. Aquí hablamos de ese otro
mundo que es el de las periferias broncas donde hay detrás tanto dolor y
desgarro por errores y delitos, algunos terribles, cometidos por la debilidad,
el deterioro de la libertad mal usada, y no pocos desgarros que se originan en
los que delinquen, en sus familias, y en quienes sufren las consecuencias en
sus vidas.
Pero
Jesús nos dijo eso precisamente: yo estuve encarcelado y tú viniste a
visitarme. No es una presencia que reprocha, abronca y culpabiliza con
sentencias. La Iglesia se hace presente con un mensaje de esperanza, donde
ayudando a reconocer las penúltimas palabras que pueden haber sido muchas y muy
graves en la vida de una persona encarcelada, queda una palabra última que
tiene que ver con la reconciliación, la petición de perdón y el sincero deseo
de volver a empezar una vida nueva. Porque el cumplimiento de una pena termina
cuando se sale de la cárcel, pero ¿qué ocurre si nadie les ha ayudado en este
proceso de rehabilitar el corazón y la conciencia desde el perdón y la
misericordia? Trabajar pastoralmente como hace nuestra Hermandad de Jesús
Cautivo, Cáritas, y especialmente el extraordinario grupo de la Pastoral
Penitenciaria, es acercar la luz que no declina en un amanecer para la
esperanza, que Dios saca al sol cada mañana.
Hemos
de estar agradecidos y muy contentos a quienes viven las palabras de Jesús que
hemos recordado más arriba. Así, como hijos de la Iglesia, hacemos creíble
también el humilde beneficio a la sociedad de nuestra presencia cristiana.
+ Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
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