Directa o
indirectamente todos conocemos a alguien que de una forma u otra ha sido
participe de alguna muerte por aborto. Muchas de estas personas o más bien
todas ellas: padres, madres, sanitarios, inductores...etc., llevan en lo más
profundo de su ser heridas que se resisten a desaparecer. Los hay quienes
incluso volviéndose a Dios y habiendo sido perdonados por Él por el Sacramento
de la Confesión aún sienten como un puñal que les destroza por dentro.
A estos especialmente
van dirigidas estás palabras. A todos los que aún arrastran su culpabilidad les
digo que el perdón de Dios elimina toda secuela, toda herida que hace
gemir sus conciencias.
Os invito a miraros en
San Pablo; el confiesa que participó en la muerte por lapidación de
Esteban (Hch 22,20), al conocer a Jesús se dejó amar por El, con ese Amor incondicional
que arrancó de sus entrañas ese puñal invisible que desgarraba sus entrañas
recordándole sus pecados...y su crimen.
Vemos que Pablo
alcanza su liberación exterior e interior cuando le oímos decir: "Ya no
soy yo quien vive, es Jesucristo quien vive en mí" (Gal 2,20) Cuando una
persona proclama esto y puede proclamarlo todo aquel que guarda el Evangelio en
su corazón y en sus entrañas...ya está liberado...de sus heridas no quedan ni
cicatrices.
Sí, guardar El
Evangelio dentro de ti es tener a Jesucristo Vivo en ti...como Pablo.
!! Llevad este mensaje
a tantos y tantos que tienen heridas internas aún sangrantes.
P. Antonio Pavía
https://www.comunidadmariamadreapostoles.com/
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