El mensaje del Papa sobre la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la
Creación, se hace público cuando comienza el
«Tiempo de la Creación» que dará comienzo el 1 de septiembre como un «Jubileo
de la Tierra». «El concepto «Jubileo» se enraíza en la Biblia y subraya
que tiene que existir un balance sostenible entre las realidades social,
económica y ecológica.
Con
este motivo, la Comisión Episcopal
para Pastoral Social y Promoción Humana, hace público
un mensaje en el que recuerda que el auténtico
cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es
inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás.
MENSAJE
ANTE LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN
POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN
(1 de septiembre de 2020)
POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN
(1 de septiembre de 2020)
EL CUIDADO DE LA FRAGILIDAD
El
Papa Francisco nos ha recordado que la pandemia del COVID19 ha sido una
auténtica tempestad, pues ha “desenmascarado nuestra vulnerabilidad y ha dejado
al descubierto nuestras falsas y superfluas seguridades” Como consecuencia de
ello, vivimos tiempos de hondo sufrimiento, incertidumbre y perplejidad que
agudizan la urgencia del cuidado de la fragilidad.
La
experiencia de estos meses de pandemia ha puesto al descubierto la convicción,
expresada en Laudato sí, “de
que en el mundo todo está conectado”. Estamos experimentando a flor de piel la
interdependencia planetaria, la corresponsabilidad fraterna y la necesidad de
la compasión humana.
Esta
tempestad global, ha impactado en un mundo sumido en una profunda “crisis de
los cuidados”. Esta crisis tiene sus manifestaciones en los descuidos hacia
“nuestra oprimida y devastada tierra” (LS 2), en los descuidos hacia nuestros
hermanos y hermanas bajo la “cultura del descarte” (LS 43), y en el descuido de
nuestra vida interior que tanta relación tiene con “el cuidado de la ecología y
con el bien común” (LS 225).
En
tiempos de zozobra, cuando los descuidos nos asaltan, hemos de pedir a Dios una
auténtica revolución de la ternura y de los cuidados que nos ayude a mostrar,
desde la oración y el servicio silencioso, que “el auténtico cuidado de nuestra
propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la
fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (LS 70). Velar
responsablemente por nuestra vida es un imperativo evangélico, pero este
cuidado no puede convertirse en un egoísmo indiferente que olvida a los
prójimos y no custodia la creación “que gime bajo dolores de parto” (Rom 8,
22). En ningún momento hemos de olvidar “la unción de la corresponsabilidad
para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás”
“La
Caridad de Cristo nos apremia” (2 Cor 5,14) y nos impulsa a cuidar la
fragilidad de nuestra “madre tierra, la de nuestros semejantes y la propia,
pues somos “templos del espíritu”. En todo momento, hemos de reconocer que no
son dimensiones independientes, sino espacios intrínsecamente relacionados
entre sí que aspiran a construir una “sociedad de los cuidados”.
“Custodios de todo lo creado” (LS 236)
Como
Obispos de la Comisión Episcopal para la Pastoral social y Promoción humana,
queremos haceros participes de nuestros sueños en un mundo donde los cuidados
estén en el centro de la política, la economía, la ética, la familia y la
pastoral.
La
conversión ecológica se hace apremiante en nuestros días. La crisis del
COVID19, como nos ha recordado el Papa reiteradamente no es un asunto
absolutamente independiente de la crisis ecológica que vive el planeta. El
cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación tienen una
relación directa con la génesis y desarrollo de enfermedades. Cuidar de la
“madre tierra” lleva consigo nuestro propio cuidado, pues no podemos olvidar
que “somos tierra” (LS 2).
Con
especial intensidad, en estos tiempos de tránsito, custodiar la casa común
significa construir una “cultura del cuidado” de la Creación. “La ecología
también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad” (LS 143)
para promover un nuevo estilo de vida. La cultura del cuidado de la Creación
debe “cultivar sin desarraigar” (QA, 28) una verdadera conversión de las ideas,
las actitudes y las prácticas. Un cultivo para cosechar miradas “que vayan más
allá de lo inmediato” (LS 36) y que aceleren la venida del Reino.
Cuidar del prójimo
Estos
meses hemos podido contemplar el potencial humano para el cuidado de los
hermanos y hermanas. Las profesiones del cuidado han sido testimonio de la
grandeza de la humanidad, las familias han sabido acompañar incluso en la
distancia, las organizaciones sociales han respondido con prontitud y
creatividad al impacto social de la pandemia, y la Iglesia, desde su profunda
humildad, se ha mostrado “experta en humanidad” (Pablo VI) en momentos
complejos. Las personas, creadas para amar, hemos constatado que “en medio de
los límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado
(LS 58).
También,
con dolor profundo, hemos podido observar el abandono injusto de miles de
personas mayores por el mero hecho de la edad, el crecimiento de las
desigualdades sociales y educativas, así como algunas prácticas irresponsables
de personas e instituciones que hacen aún más urgente una conversión de los
cuidados.
Toda
la vida está en juego cuando descuidamos la relación con el prójimo, pues
tenemos el encargo y el deber de cuidar y custodiar a nuestros prójimos
cercanos y lejanos. “Cuando todas estas relaciones son descuidadas, cuando la
justicia ya no habita en la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida está en
peligro” (LS 70). la Iglesia debe participar en las cadenas globales de
cuidados que se expresan desde la íntima relación entre los pobres y la
fragilidad del planeta.
Espiritualidad del cuidado
No
hay conversión pastoral posible sin el cuidado profundo del gusto espiritual de
ser tierra y pueblo. La paz interior, la profundidad del corazón, la
experiencia de sentirse cuidado por un “Dios que es Amor” (1ª Jn 4,8) son
condiciones básicas “para una austeridad responsable, para la contemplación
agradecida del mundo y para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del
ambiente” (LS 241).
Sin
una mística que nos anime, nos aliente y nos sostenga, es imposible construir
una auténtica sociedad de los cuidados. Necesitamos de “la espiritualidad para
alimentar una pasión por el cuidado del mundo” (LS 216) y para experimentar que
“todo lo puedo con el que me da fuerzas” (Flp 4, 13).
La
cultura del cuidado no se fundamenta únicamente en el desarrollo ético de
nuestras actitudes y prácticas, sino que exige que “despertemos el sentido
estético y contemplativo” para acoger con gratitud y gratuidad la misión a
la que somos convocados.
En
esta Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, pidamos al
Señor, que es el primero en cuidar de nosotros, que “nos enseñe a cuidar de
nuestros hermanos y hermanas, y del ambiente que cada día Él nos regala” (QA
41), desde la honda espiritualidad evangélica que nos alienta. Nos unimos en
este quinto aniversario de la encíclica Laudato
si a la convocatoria del Papa Francisco para celebrar un año
especial, que va desde el 21 de mayo de 2020 hasta el 24 de mayo de 2021, año
en el que “todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de
la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus
capacidades” (LS, 14).
Departamento
de Ecología Integral
Comisión
Episcopal para la Pastoral Social y Promoción Humana
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