Un primer
paso necesario en todo crecimiento humano hacia la maduración. Pero no es un
paso suficiente. Por dos razones. Primera, porque la realidad ha de ser vista;
y resulta que no todas las miradas reconocen la realidad tal como es. Para los
creyentes, mirar la realidad tal como es, más aún, recibirla, acogerla,
integrarla en la propia vida es una virtud. Para Santa Teresa de Ávila era
sinónimo de “caminar en la verdad, vivir en la humildad”. Es una virtud, por la
sencilla razón de que el Dios de Jesucristo no fabricó un mundo o una historia
falsa, artificial, para hacerse encontrar por las personas humanas, sino que asumió
la carne humana tal como era y como es.
La
segunda razón por la cual no es suficiente descubrir la realidad, es que, casi
sin darnos cuenta, al ver la realidad la interpretamos. Y esta interpretación
es tan importante o más que el descubrimiento de la realidad misma. Uno puede
describir la enfermedad que padece, su proceso, sus síntomas, su tratamiento,
pero lo más importante es descubrir lo que esa enfermedad significa para él,
cómo la entiende, de qué forma afronta esa crisis…
La
verdad, con minúsculas, puede designar la realidad tal como es. La Verdad con
mayúsculas designa el sentido profundo de la vida, sea cual sea, que nos sirve
de base para interpretar aquella realidad. Cada uno tiene su “sentido de vida”,
bien porque lo ha asumido de la cultura o del ambiente, bien porque lo ha
encontrado y la ha integrado libre y conscientemente.
La crisis
nos pone delante realidades negativas. Si una persona fundamenta su vida sobre
un sentido negativo, pesimista, o sobre unas convicciones erróneas o insuficientes
(por ejemplo, confiar absolutamente exclusivamente en las propias fuerzas),
entonces el descubrimiento de la realidad (la verdad con minúsculas),
tratándose de una crisis, le sumirá en la negatividad, el derrotismo, la
depresión. En el caso de un sentido de vida basado en convicciones erróneas o
insuficientes, la reacción será más grave, porque a la sensación de fracaso se
unirá la impresión de haber vivido engañado.
No
siempre esto desencadena una gran tragedia: hemos descubierto muchos mecanismos
para evadirnos y superar el sufrimiento. Pero honradamente hemos de reconocer
que ésta es la gran cuestión: la crisis, al destapar la realidad, nos descubre
nuestros límites y entonces, hemos de apoyarnos en unos criterios de vida, en
un sentido de vida tal, que nos permita asumir esos límites, que cuente con
ellos, como formando parte de ese sentido profundo de la existencia. “En
efecto, realmente somos limitados, no podemos superar automáticamente la
crisis, no somos los reyes del universo, hemos de contar con limitaciones y
errores, incluso con faltas de nuestra voluntad y con pecados y abusos ajenos…
¡Pero tiene sentido seguir viviendo y luchando!”
Llegar a
esta conclusión es, pues, un bien que nos puede facilitar la crisis. Porque
gracias a ella muchos buscan, reviven, reafirman este sentido profundo de la
vida, para crecer desde él en otras facetas de la existencia. Otra cuestión es
acertar en ese sentido, en esa Verdad, que nos permite seguir viviendo con
esperanza.
† Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat
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