Una vez más deseo entrar en tu corazón; quiero que pienses en la hondura de tu existencia, que veas quién eres de verdad. Creados a imagen de Dios, hombre y mujer estamos vacacionados al amor. No lo dudes; no andes buscando por otros caminos quién eres. Sabes bien quién eres: eres imagen de Dios. Lo podrás negar, podrás vivir en la ignorancia, pero te invito a que te descubras en tu verdad. ¡Descúbrete a ti mismo! ¡Sé valiente para entrar en ti mismo! No busques caminos que no te llevan a ninguna parte. Comprueba que tu camino está inscrito en lo más hondo de tu existencia. Si los seres humanos viviésemos en la verdad de lo que somos, ¡cuántas situaciones cambiarían en nuestra vida y en la construcción de la historia que hemos de hacer entre todos, con todos y para todos!
Lo que hace al hombre imagen de Dios es su vocación al amor. Y no a
cualquier amor, solamente al que Dios ha derramado en ti. Somos semejantes a
Dios en la medida en que amamos. Entonces, ¿el cuerpo humano tiene carácter
teológico? La respuesta para mí es contundente: sí. De la conexión fundamental
que se da entre Dios y el hombre, deriva la conexión indisoluble entre espíritu
y cuerpo. ¡Qué hondura alcanza el ser humano visto así! Pues el hombre
ciertamente es alma que se expresa en el cuerpo y cuerpo vivificado por un
espíritu inmortal. Por ello, el cuerpo del hombre y de la mujer tienen un
carácter teológico; no es sencilla y simplemente cuerpo y lo que es biológico
no es solamente biológico, sino que es expresión y realización de nuestra
humanidad.
Para comprobar lo anterior, descubre la belleza que tiene el cántico de
amor del profeta Isaías, a través del cual Dios quiere hablar al corazón de su
pueblo, pero que también se dirige a todos los hombres. Nos recuerda que somos
creados a imagen de Dios, que es Amor, y que la forma que tenemos de brillar es
amar. Dios nos espera y, ciertamente, Él quiere que lo amemos y seamos
expresión viva de su amor.
Deseo decirte algo que quizá no tengas costumbre de
escuchar, pero vas a permitir mi atrevimiento: solamente somos grandes unidos a
Dios. A veces tomamos la decisión de apartar a Dios de nuestra vida, sintiendo
que así somos más autónomos y libres, que así podemos hacer lo que nos
apetezca. Pero puedo asegurarte que, cuando Dios desaparece de tu vida, no eres
más grande. Entre otras cosas, porque pierdes la dignidad divina, pierdes ese
esplendor que Dios da a tu rostro, convirtiéndote en producto que se puede
usar, abusar y tirar. Compruébalo: deja entrar a Dios en tu vida, solamente
eres grande y haces grandes a quienes encuentres si dejas entrar a Dios en tu
vida. Las medidas con las que trates a los demás serán las que Dios te da y no
las que des tú. La medida de Dios es su amor que no tiene medida.
Con gran afecto, te bendice,
+ Carlos Osoro Sierra
Cardenal
arzobispo de Madrid
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