Echar de menos a Dios, aun cuando nos cueste aceptar que este echarle de menos tiene un nombre: Insatisfacción. He ahí la puerta que Dios tiene siempre abierta para que el hombre enfrente, de una vez por todas, el trauma que significa quedarse siempre a medio camino en su búsqueda de la felicidad. Cuando el hombre franquea esta puerta abriéndose al Misterio de Dios, ya puede entonar su adiós a la insatisfacción: acaba de aparecer la Vida.
Cuántas personas
entramos en un templo, catedral, iglesia, capilla etc. para ver el arte que
allí se encuentra, nos maravillamos con los retablos, cuadros, tallas,
esculturas, bóvedas ...... un sin fin de detalles que nos envuelven y alucinan.
Pero lo que más
me impresiona, y estoy convencida de que es así, que aunque creamos o no en
Dios, cuando entramos en una iglesia, da lo mismo ir con tus mejores galas que
con un humilde atuendo, porque al traspasar el umbral nuestra alma se desnuda y
Dios nos ve a todos por igual, el alma no sabe de modas ni de gustos refinados
o estropeados.... solo se viste de acciones o intenciones, de afectos o
desperfectos. En fin, que no la podemos tapar con ningún chal. Dios nos ve tal
cual somos por dentro.
Y siguiendo con
mi imaginación, me gustaría que Dios, al igual que hace cupido con las
flechas del amor, lanzara una chispa del Espíritu Santo a cada alma que allí
entramos y prendiera en nuestro interior ese" no- se- qué" de querer
buscarlo.
María Soriano
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