martes, 21 de enero de 2014

¿Me escuchas?


                                       

Pues a veces pienso que ni mijita… ¡Claro que una cosa es lo que yo quiero que me digas y otra… la tuya!

- Pues efectivamente, querida hija, lo que yo espero para ti nada tiene que ver con tus anhelos aunque te pese, mis intenciones suelen resolverse al revés…

-¡Anda Julieta!, y ¿entonces?, o sea que yo quiero una cosa y Tú me das otra… ¡Pues estamos apañados, Dios!

- Hija, ten paciencia, ve a tu cuarto y sentada en el suelo con la espalda en la pared (si puedes y no te duele nada), háblame despacio y con tranquilidad, pero si te aturrullas y lo haces a toda pastilla con lágrimas y angustias… ¡Pues es que no me entero de nada!, vamos que ni te oigo… 

- ¡Ay Dios! , qué exigente eres… Yo con mis penurias de corazón y Tú diciéndome que no, que me sosiegue, que te hable vocalizando, que rece despacito… ¡Pues no se puede Dios! porque el dolor a veces no te deja ni hablar…

-¡Inténtalo, mi niña! ¿Recuerdas cuando yo lo pasé tan mal?, no me puse a gritar como un basilisco, ni me aturrullé, ni me dio un patatús… Hablé a mi Padre y le dije: “¿Porqué me has abandonado?,  “perdónales porque no saben lo que hacen”, y alguna frase más, pero con tranquilidad a pesar de mi falta de aire y extremo dolor de todas marcas. Al final entregué mi Espíritu y ¡Se me entendió perfectamente y a distancia!, pues a ti no te pido que entregues tu espíritu, tampoco te han machacado como a mí, ni te han… na de na, así que no te atolondres y sentadita y relajadita,  que no te pasa nada grave, cuéntame tu historia y espera…

- Bueno, vale, tienes razón, a mí no me pasa na de na… Comparado con lo tuyo, esto es ir de campo y no encontrar amapolas, pero duele….

- Ya, ya sé que duele, pero no tanto hija, que hay cosas peores… Lo primero, da gracias por poder tener a un amigo, no todo el mundo me conoce y puede contar conmigo… Y Yo te lo voy a solucionar, pero ¡ya sabes!, a mi manera (como la canción de Frank Sinatra) y te llegará la respuesta, confía en mí que cuando me hablas, sólo te escucho a ti, sentado contigo y con la espalda en la pared como tú.


-Gracias Dios… ¡Ya voy “pal” cuarto”! 


Y Dios me escuchó, ahora toca esperar… ¡Es lo que tiene hablar con mi amigo del alma!, aunque su solución no sea la que hoy a mí me gustaría, es que… ¡Es Dios!       


Emma Díez Lobo 

No hay comentarios:

Publicar un comentario