Pues a veces pienso que ni mijita… ¡Claro
que una cosa es lo que yo quiero que me digas y otra… la tuya!
- Pues efectivamente, querida hija, lo
que yo espero para ti nada tiene que ver con tus anhelos aunque te pese, mis
intenciones suelen resolverse al revés…
-¡Anda Julieta!, y ¿entonces?, o sea
que yo quiero una cosa y Tú me das otra… ¡Pues estamos apañados, Dios!
- Hija, ten paciencia, ve a tu cuarto
y sentada en el suelo con la espalda en la pared (si puedes y no te duele
nada), háblame despacio y con tranquilidad, pero si te aturrullas y lo haces a
toda pastilla con lágrimas y angustias… ¡Pues es que no me entero de nada!,
vamos que ni te oigo…
- ¡Ay Dios! , qué exigente eres… Yo
con mis penurias de corazón y Tú diciéndome que no, que me sosiegue, que te
hable vocalizando, que rece despacito… ¡Pues no se puede Dios! porque el dolor
a veces no te deja ni hablar…
-¡Inténtalo, mi niña! ¿Recuerdas
cuando yo lo pasé tan mal?, no me puse a gritar como un basilisco, ni me
aturrullé, ni me dio un patatús… Hablé a mi Padre y le dije: “¿Porqué me has abandonado?, “perdónales porque no saben lo que hacen”,
y alguna frase más, pero con tranquilidad a pesar de mi falta de aire y extremo
dolor de todas marcas. Al final entregué mi Espíritu y ¡Se me entendió
perfectamente y a distancia!, pues a ti no te pido que entregues tu espíritu,
tampoco te han machacado como a mí, ni te han… na de na, así que no te
atolondres y sentadita y relajadita, que
no te pasa nada grave, cuéntame tu historia y espera…
- Bueno, vale, tienes razón, a mí no
me pasa na de na… Comparado con lo tuyo, esto es ir de campo y no encontrar
amapolas, pero duele….
- Ya, ya sé que duele, pero no tanto
hija, que hay cosas peores… Lo primero, da gracias por poder tener a un amigo,
no todo el mundo me conoce y puede contar conmigo… Y Yo te lo voy a solucionar,
pero ¡ya sabes!, a mi manera (como la canción de Frank Sinatra) y te llegará la
respuesta, confía en mí que cuando me hablas, sólo te escucho a ti, sentado
contigo y con la espalda en la pared como tú.
-Gracias Dios… ¡Ya voy “pal” cuarto”!
Y Dios me escuchó, ahora toca esperar…
¡Es lo que tiene hablar con mi amigo del alma!, aunque su solución no sea la
que hoy a mí me gustaría, es que… ¡Es Dios!
Emma Díez Lobo
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