viernes, 9 de febrero de 2018

Dios siempre saca bien del mal




En estos tiempos en que conocemos por los medios de comunicación la canonización de los pastorcillos de Fátima, Jacinto y Francisca, se me ocurre pensar que Dios siempre saca bien del mal que se produce.

El año 2013, el 3 de marzo, cuando jugaba en su casa, el niño Lucas Maeda de Olveira, cae al vacío desde un sexto piso, a más de seis metros de altura. Las lesiones son tan graves, con traumatismo cráneo encefálico y dos paros cardíacos, que los médicos no esperan su curación, sino su muerte, y, en el mejor de los casos, quedar de por vida con secuelas de tal magnitud, que no le permitirían más que una vida vegetativa con falta de conocimiento y grandes problemas neurológicos.

El padre acude al convento de Carmelitas de Campo Mourao, en la región brasileña de Paraná, donde se produjo el accidente, solicitando a las monjas la intercesión de la Divina Providencia.

Hasta aquí lo que se conoce por los medios de comunicación. Y ahora, dejo suelta la imaginación.  En el momento del accidente, la desolación familiar la podemos suponer. Habría reproches de unos para con otros: “¿dónde estabas, para que el niño cayera?”, o “para eso te lo dejamos, para que lo vigilases…”y qué se yo cuantas cosas más. Los que estaban al cuidado del niño, no podrían contener su dolor, quizá se reprochaban su distracción en esos momentos de cuidado…La escena no pudo ser más “dantesca”.

Repito, es pura imaginación, pero hay un detalle significativo: la fe de esos padres, y abuelos y familiares, que acuden con fe al convento a solicitar la ayuda espiritual. Es la confianza ante Dios por los imposibles de los hombres. Y el Señor escucha siempre, y de este mal, saca el bien del milagro.

Cuando muere Lázaro, las hermanas Marta y María, envían emisarios a Jesús a decirle: “…Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo”. Jesús dijo: “Esta enfermedad no es de muerte, es para la Gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Jn11)

Es curiosa la apreciación de los emisarios: “Aquel a quien tú quieres…” Ni siquiera le nombran, como si sólo hubiera uno. Quizá ese uno seamos tú y yo. Y no es que Jesús amase sólo a uno; es que Dios conoce a sus ovejas una por una y a cada una la llama por su nombre. Es el Buen Pastor.

Y Dios suscita en el corazón ferviente de unos padres doloridos, de una familia desecha, una luz que les hace buscarle en el claustro Carmelitano. Y ante esa llamada de fe, el Señor “saca el bien de ese mal”.

Y además, prepara a la Iglesia con la entrada en el cielo de los dos pastorcitos de Fátima.

Como dice el relato de Juan, para dar Gloria a Dios, para que el Hijo, Jesucristo, sea glorificado por este acontecimiento!!

Adorado sea Jesucristo

Tomas Cremades Moreno


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