miércoles, 28 de febrero de 2018

La voz de Dios tras­pa­sa fron­te­ras


     
  
         Nos de­cía el Papa que la Igle­sia, nues­tra ma­dre y maes­tra, ade­más de la me­di­ci­na, a ve­ces amar­ga, de la ver­dad, nos ofre­ce en este tiem­po de Cua­res­ma el dul­ce re­me­dio de la ora­ción, la li­mos­na y el ayuno. La voz de Dios tras­pa­sa fron­te­ras y lle­ga a todo el mun­do, a toda la gen­te que esté bien dis­pues­ta, a los que tie­nen los oí­dos abier­tos para es­cu­char. Dios ha­bla alto y cla­ro. Dios si­gue lla­man­do, pero sólo res­pon­de el dis­cí­pu­lo que está aten­to para es­cu­char la voz de Dios, el que tie­ne las lám­pa­ras en­cen­di­das, es­pe­ran­do que lle­gue el es­po­so; los que son pe­re­zo­sos se que­dan fue­ra y no par­ti­ci­pan del gozo de ver el ros­tro mi­se­ri­cor­dio­so de Je­sús. La pri­me­ra lec­tu­ra nos pre­sen­ta la his­to­ria de una prue­ba de fe, el tran­ce por el que pasó Abraham, que es una mues­tra de la fuer­za de la Pa­la­bra de Dios, que se hace creí­ble, tan­to para el pue­blo de Is­rael al sa­lir de Egip­to, como para cual­quie­ra de no­so­tros. Tam­bién el Se­ñor nos pone a prue­ba, para que res­pon­da­mos con fir­me­za y nos con­vir­ta­mos de ver­dad. El se­cre­to de la fir­me de­ci­sión está en des­cu­brir y va­lo­rar la fuer­za, el po­der y la be­lle­za de Dios, que te ha pro­me­ti­do una tie­rra, la li­ber­tad, el per­dón y la Vida eter­na. La res­pues­ta de Abraham fue in­me­dia­ta, se fió de la Pa­la­bra de Dios y se puso en ca­mino. Su fe le con­vir­tió en pe­re­grino, en nó­ma­da, le des­ins­ta­ló de su mun­do, de su cul­tu­ra y de su tie­rra. Dios le pre­sen­tó una meta creí­ble y ya, Abraham, no ne­ce­si­tó más, sino co­men­zar a ca­mi­nar.

Una mi­ra­da a nues­tro al­re­de­dor nos lle­va a cues­tio­nar­nos el es­ti­lo de la vida. ¿Os ha­béis pre­gun­ta­do por qué la gen­te se afa­na tan­to por con­se­guir ri­que­zas, sien­do eso cau­sa de mu­cho su­fri­mien­to y de au­sen­cia de paz día y no­che? ¿Os ha­béis pre­gun­ta­do las fa­ti­gas de los ava­ri­cio­sos, los pe­li­gros, su­do­res y es­tre­che­ces por los que pa­san? Pre­ten­den lle­nar sus ar­cas, pero han per­di­do la tran­qui­li­dad, se lle­nan de te­mo­res, pier­den el sue­ño… La res­pues­ta a es­tos in­te­rro­gan­tes es cla­ra: por­que no se han en­con­tra­do con Dios, no le co­no­cen, sus vi­das es­tán va­cías y las pre­ten­den lle­nar con lo pe­re­ce­de­ro, ex­pe­ri­men­tan­do el fra­ca­so y el frau­de. To­dos los que se ale­jan de Dios, se sien­ten afli­gi­dos, por­que en el diá­lo­go con el mun­do no en­cuen­tran una so­lu­ción cla­ra de vida, ni la lim­pie­za de co­ra­zón, ya que el mun­do se en­car­ga de ex­ten­der la iniqui­dad y esto te lle­va a un co­ra­zón frío, que te pa­ra­li­za y te ale­ja de la se­re­ni­dad de Dios. Las obras del que está sen­ta­do en el hie­lo le de­bi­li­tan el sen­ti­do de la hu­ma­ni­dad, se hace in­ca­paz de ayu­dar a na­die, por­que no pue­de sa­lir de sí mis­mo. En este mo­men­to es cuan­do hay que es­cu­char las pa­la­bras del Papa en su men­sa­je de Cua­res­ma: “únan­se a no­so­tros para in­vo­car jun­tos a Dios, para ayu­nar jun­tos y en­tre­gar jun­tos lo que po­da­mos como ayu­da para nues­tros her­ma­nos”.

En esta Cua­res­ma, Dios te pide que es­cu­ches, que guar­des si­len­cio, es­tan­do en el de­sier­to o en el mon­te, que pon­gas paz en tu in­te­rior. Pero, si te sien­tes in­ca­paz, si crees que esto no va con­ti­go; si la ca­ri­dad se te ha apa­ga­do, que se­pas que en el co­ra­zón de Dios no se apa­ga. Él siem­pre nos da una nue­va opor­tu­ni­dad para que po­da­mos em­pe­zar a amar de nue­vo, dice el Papa Fran­cis­co. Re­cuer­da, Abraham es un mo­de­lo de con­fian­za, ha es­cu­cha­do y se ha pues­to en ca­mino.
Os de­seo a to­dos la fir­me­za de la fe,
+ José Ma­nuel Lor­ca Pla­nes
Obis­po de Car­ta­ge­na


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