El mes de junio está
tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, máxima expresión humana
del amor divino.
La piedad popular valoriza mucho los símbolos, y el Corazón de
Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un
símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de
la que ha brotado la salvación para la entera humanidad.
En los Evangelios
encontramos diversas referencias al Corazón de Jesús, por ejemplo en el pasaje
en el que el mismo Cristo dice: «Venid a mí todos los que están afligidos y
agobiados, y yo os aliviaré. Cargad mi yugo y aprended de mí, porque soy
paciente y humilde de corazón, y así encontraréis vuestro alivio» (Mt
11,28-29).
El relato de la muerte de Cristo según Juan es fundamental. Este
evangelista testimonia de hecho aquello que vio en el Calvario, o sea, que un
soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le atravesó el costado con la lanza, y
enseguida brotó sangre y agua (cfr Jn 19,33-34).
Juan reconoció en aquel signo,
aparentemente casual, el cumplimiento de las profecías: del corazón de Jesús,
Cordero inmolado sobre la cruz, brota el perdón y la vida para todos los
hombres. Pero la misericordia de Jesús no es sólo sentimiento, es más, es una
fuerza que da vida, ¡que resucita al hombre! Pensemos en esto. Es bello.
La
misericordia de Dios da vida al hombre, lo resucita de la muerte. El Señor nos
mira siempre con misericordia, nos espera con misericordia. ¡No tengamos miedo
de acercarnos a Él! ¡Tiene un corazón misericordioso! Si le mostramos nuestras
heridas interiores, nuestros pecados, Él nos perdona siempre.
¡Es pura
misericordia!
No olvidemos esto: es pura misericordia. ¡Vayamos a Jesús!
Papa
Francisco
Amen!
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