perseverar
en la oración
Jesús invita a perseverar en las
diversas formas de oración, pues es propio de un hijo el relacionarse con su
padre dando gracias, alabando y también pidiendo. Hay quién dice que la oración
de petición no tiene sentido, pues Dios ya sabe lo que nos sucede y no es
necesario dárselo a conocer. Es verdad que Dios lo sabe, lo dice el mismo Jesús
(Lc 12,30), y, a pesar de eso, nos dice que pidamos. Dios no quiere que pidamos
para darle a conocer lo que ya sabe, sino para que nos presentemos ante él como
pobres y necesitados. Y cuando se pide por otros, lo que le agrada es vernos
solidarios con las necesidades de los demás.
La parábola que se ha proclamado en el
Evangelio enseña directamente la necesidad de perseverar en la petición, sin
cansarse, a pesar de que aparentemente Dios no escucha. Si la insistencia es
capaz de cambiar al juez indispuesto, ¡cuánto más a Dios, que está dispuesto!
Ciertamente, escuchará sin tardar.
El problema está en lo que pedimos y
cómo lo pedimos. Nuestra petición nunca puede ser dictar a Dios lo que tiene que darnos. Es legitimo que
expresemos nuestra petición pidiendo
algo concreto, pero sin matiz de dictado, como si nosotros supiéramos mejor que
Dios lo que necesitamos. El Padre es el que realmente sabe lo mejor para cada
uno, siempre oye, y da lo que más conviene. Por eso toda oración de petición
debe ser un acto de fe y confianza en la bondad del Padre.
La experiencia de Jesús en Getsemaní
es aleccionadora: empieza la oración lleno de temor y angustia (Mc 14,33), pide
en concreto que pase el cáliz; el Padre le oye, dándole no lo que pedía
concretamente sino ánimo para afrontar
la muerte, que era lo mejor para consumar su obra. El Padre siempre oye, pero a
su manera y en su tiempo. De aquí la necesidad de perseverar para acoger lo
mejor que nos dará el Padre, pero en su tiempo.
La misma perseverancia ya es
respuesta de Dios, pues crea un corazón humilde y confiado en su providencia,
capaz de recibir los grandes dones, que el Padre desea darnos. Pero, dada la
mentalidad utilitaria reinante, “¿encontrará el Hijo del hombre cuando venga esta
fe en la tierra?” Desgraciadamente más de uno ha dejado la oración como inútil,
pues cree que Dios no le oye.
En el Padrenuestro Jesús nos da las
líneas generales de toda oración cristiana: sintonizar con Dios nuestro padre,
alabarlo (santificado...),
identificarnos con su plan salvador a favor de toda la humanidad (Venga tu reino). Y en este contexto,
peticiones por nuestras necesidades existenciales. La primera, el “pan” nuestro
y todas las necesidades materiales, pero junto a esto otras peticiones
importantes para la vida cristiana: la virtud de la penitencia (recibir
constantemente su perdón y capacitarnos para que perdonemos) y superar la
tentación, especialmente la gran tentación de perder la fe. Las peticiones del
cristiano no pueden quedar encerradas en el pequeño círculo de sus necesidades
materiales inmediatas.
Perseverar en la Eucaristía , la gran
oración cristiana. Sin ella no hay vida cristiana ni comunidad cristiana. Jesús
nos mandó celebrarla para que todas las generaciones se beneficien de su obra
salvadora. En ella damos gracias, alabamos y pedimos como miembros del pueblo
de Dios por todas las necesidades de la Iglesia y la humanidad. Frente a una mentalidad
utilitarista, hay que descubrir su riqueza, conociendo sus diversos elementos;
prepararse para participar, leyendo previamente las lecturas y pensando un
compromiso concreto... Todo, menos la rutina.
Rvdo.
don Antonio Rodríguez Carmona
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