Hay
un bellísimo relato lleno de connotaciones bíblicas en el texto que se lee en
Génesis (28,10)
Resulta
que Jacob, huyendo de su hermano Esaú, que ha decidido matarle, cansado, del
camino que le conduce a casa de su tío Labán, hermano de Rebeca , su madre,
camino de Jarán, se dispone a pasar la noche.
Y
allí tiene un sueño misterioso: Soñó con una escalera apoyada en tierra, cuya
cima tocaba los cielos, y vio que los ángeles subían y bajaban por ella. Vio
también que Yahvé estaba sobre ella, y que le decía: “Yo soy Yahvé, el Dios de tu padre Abrahán, y el Dios de Isaac. La
tierra en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia. Tu
descendencia será como el polvo de la tierra y te extenderás al poniente y al
oriente, al norte y al mediodía; y por ti se bendecirán todos los linajes de la
tierra, y por tu descendencia. Yo estoy contigo, te guardaré por donde vayas y
te devolveré a este solar”
Hay
diversas interpretaciones de este texto, de por sí ya misterioso. La escala que
soñó Jacob no es otra escala que el mismo Jesucristo, que, tocando la tierra en
su venida de las entrañas purísimas de la Virgen María, se eleva hasta el
Cielo. Él mismo lo profetizó en el capítulo 1 de Juan:
Es
en el encuentro de Felipe con Natanael (que más tarde se llamará Bartolomé);
Felipe anuncia a Natanael que ha encontrado al Mesías; y, al presentarse a Jesús, éste le dice: “…Ahí
tenéis a un israelita de verdad en quien no hay engaño…” (Jn 1,47)
Se
entabla un diálogo entre ambos, lleno de catequesis bíblicas, y al fin Jesús
dice: “…en verdad os digo: veréis el
cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.”
(Jn 1, 50)
Jesucristo es, pues, esta Escalera, que es al
mismo tiempo Hijo de Dios e Hijo de los hombres, por medio de nuestra Madre la
Virgen María.
Jesucristo,
en la Cruz, también nos recuerda esta simbología: la Cruz, compuesta de dos
maderos, uno vertical, que toca la tierra y se eleva hasta el cielo, de Dios a
los hombres; otro horizontal, que nos recuerda que la salvación es igualmente
posible para todos los hombres, pues Dios no hace acepción de personas. Es la
escala de Jacob.
De
la misma forma que el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba hacia abajo,
en la muerte del Señor.
Hay
un pensamiento bellísimo que nos recuerda a nuestra Madre María: ella está
puesta entre Dios y los hombres como Medianera Universal, según nos cuenta la
Tradición Apostólica, y Cristo, Mediador-escala-
entre el Padre y nosotros.
En
la carta a Timoteo Pablo nos dice: “…Hay
un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo
Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo, como rescate por todos…” (1
Tim, 2, 5)
Alabado
sea Jesucristo
Tomas
Cremades
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