La palabra “semitismo” es muy probable que no se
haya conocido bien en los lectores de la Sagrada Escritura, o incluso, en
cualquier lector ajeno a ella. Expresa el “descarte de una intervención en
el asunto de que se trate”, según la interpretación de los exégetas de la
Biblia de Jerusalén; formas de expresión típica del tiempo aquel; son las
mismas con que se expresa Jesús. Pero no son despectivas, son lo que ahora
diríamos “modismos” del lenguaje.
¿Por qué digo ahora esta
expresión? Pues porque hay veces en el Evangelio, e incluso en la Biblia, en
que aparecen frases que, entendidas de forma literal, según nuestra cultura
romana o helénica, pueden despistar en su contenido, o incluso, conducirnos a
error de lo que se pretendía comunicar. Ahí van varios ejemplos:
En Lucas (Lc 8, 19-21), le
dicen a Jesús: “Tu Madre y sus hermanos
están fuera y quieren verte”.
No faltará quien, apoyándose en ello, quiera ver
una Madre-María-, con varios hijos. Esta afirmación es totalmente falsa. Entre
los israelitas el término “hermano” hace referencia a “pariente”. Como dice
Pablo en la carta a los Corintios:”…Porque
os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al
tercer día según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los doce;
después se apareció a más de quinientos
hermanos a la vez, algunos de los cuales viven todavía, y otros
murieron…” (Cor 15, 3-7). No hay-todos lo sabemos- ninguna madre que haya
parido a quinientos hermanos.
En las bodas de Caná, cuando el vino se acabó, el
texto dice exactamente: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía
no ha llegado mi hora” (Jn 2,1). Es ejemplo de una expresión usada por
Jesús que, en nada, desprecia a María. Es un claro SEMITISMO. Al llamarle
“mujer”, Jesús está dirigiéndose a toda la Humanidad; de la misma forma le
llama al pie de la Cruz en (Jn 19,26), al darnos a su Madre por medio de Juan.
Esta misma expresión de “Mujer”, la emplea el libro
del Apocalipsis cuando dice: “Una mujer
vestida del sol” (Ap, 12,1)
E, igualmente, en el libro del Génesis (Gen
3,15-20) dice: “…Enemistad entre ti y la
mujer, entre su linaje y el suyo…”
Por tanto, el término “mujer” refiere a la
Humanidad entera, y no precisamente a su Madre en exclusiva, quitando así toda
acepción de desprecio.
Esta expresión: ¿Qué tengo yo contigo? Es empleada en muchas ocasiones, algunas de
las cuales paso a enumerar:
En (Jueces11, 12), en las conversaciones de Jefté
con los amonitas dice: “Jefté envió al rey de los amonitas mensajeros que le
dijeran: “¿Qué tenemos que ver tú y yo para
que vengas a atacarme en mi propio país?
En (Mt 8,29), en el Evangelio de Los endemoniados
gadarenos, ante la visita de Jesús, responden: “… ¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?
Por último, en el libro 1 de los Reyes, se relata
un milagro realizado por Dios a través del profeta Elías, en la persona del
hijo de la viuda en cuya casa se hospedaba. El hijo ha muerto, dejando a su
madre en la más completa indigencia; ya sabemos que en aquellos tiempos las
viudas quedaban totalmente desamparadas a la muerte del marido; y si, además,
pierde al hijo, queda definitivamente perdida de sustento y al albur de la
caridad pública. Dice así:”… ¿Qué tienes tú que ver conmigo? ¿Has
venido a mi casa para avivar el recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo?
(1 Reyes 17, 17-24). Si continuásemos el relato, sabríamos que Elías, en
Nombre de Dios, realiza el milagro devolviendo la vida al hijo.
Conviene que, cuando vayamos a rezar con la Palabra
de Dios-el santo Evangelio-, nos pongamos en sus Manos, elevando nuestro
espíritu hacia Él, para que ilumine nuestra oración. El demonio sabe muy bien
llenarnos de dudas. Pero Jesús, Luz del mundo, iluminará nuestros pasos, como
dice el Salmo 118 en el versículo 105: “…Lámpara
es tu Palabra para mis pasos, Luz en mi sendero…”
Alabado sea Jesucristo
Tomas Cremades Moreno
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