“Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver
quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de
estatura. Corriendo más adelante, se subió a una higuera para verlo, porque
tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le
dijo: «Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa»” (Lc.
19, 2-5)
Con suma frecuencia nos
pasa a los seres humanos lo mismo que a Zaqueo, Señor. Tenemos necesidad,
aunque sea bajo la apariencia de curiosidad, de verte. Sí, puede ser que haya
gente que se acerca a conocerte porque han oído hablar de ti y desean
investigar un poco. En principio solo es eso, pero en la medida que te van
conociendo la curiosidad se convierte en necesidad. El espíritu precisa
saciarse de algo superior, no le basta lo común. Es insaciable y por ende
necesita superar incluso lo bueno para quedar ahíto de lo excelente.
También encontramos en
nuestro camino un gentío: muchas cosas que nos impiden poder llegar a ti. Somos
cortos de estatura porque los entes mundanos no nos han dejado crecer en la
vida espiritual. En nuestro camino encontramos infinidad de objetos que parece
que nos enriquecen, en principio nos agarramos a ellos, mas pronto nos damos
cuentan de que no nos llenan, resulta que necesitamos más y más; y como el alma
es insaciable y siempre tiende a superarse, no se conforma y corre hacia
delante hasta que encuentra un punto de apoyo, su higuera, que le catapulta
hacia lo superior. En ese salto hacia delante y de superación consigue alcanzar
un lugar desde donde puede conseguir verte.
Pero hete aquí que entonces
se lleva la gran sorpresa de que eres tú el que te fijas en él. Te has dado
cuenta del deseo que siente de conocerte, le llamas y le acucias para que se
acerque, le dices que has observado que siente una gran necesidad y ansiedad de
ti y que quieres saciar esa necesidad, que quieres hospedarte en su casa, mucho
más de lo que el hombre esperaba en sus mejores sueños.
Gracias, Señor, por haberme
dado la oportunidad de elevar mi estatura espiritual, por haberme enriquecido
con tus dones, por haberte acercado a mí, por haberte hecho alimento para
saciar mis pobres necesidades. Gracias por haber elegido mi pobre hogar para
hospedarte y quedarte en él.
Pedro José Martínez
Caparrós
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