Ser testigos de Navidad
San Lucas
narra el nacimiento de Jesús, unos 70
años después de que tuviera lugar, con un ojo en el pasado y otro en el
presente. Recuerda unos hechos que tuvieron lugar en el pasado, el nacimiento
de Jesús en la pobreza y unas tradiciones de pastores, y lo hace pensando en el
presente, en que él y sus lectores saben que el que nació, creció, murió, resucitó y, glorificado, continúa presente en
el mundo de forma análoga a la primera, es decir, en la pobreza. Para ello
divide el relato de 2,1-20 en tres cuadros: nacimiento de un pobre, su sentido,
comprobación por parte de los pastores.
El primer
cuadro (2,1-7) narra el nacimiento de Jesús en contexto histórico y en
condiciones pobres. Sus padres se han visto obligados a abandonar en esos
precisos momentos el hogar doméstico a causa de un decreto de empadronamiento.
Los poderosos condicionan la vida de los pobres. Llegados al lugar del
empadronamiento, no encuentran lugar adecuado para alojarse y se ven obligados
a buscar una cueva natural en las afueras del lugar. Allí nace el Hijo de Dios
de María virgen. El nacimiento de un pobre, como otros tantos miles de
nacimientos en nuestro mundo.
El segundo
cuadro (2.8-14) ofrece el sentido de
este hecho por medio de la palabra de Dios, personalizada en un ángel. Los
destinatarios son los pobres, los pastores, en aquella época gente de mala
fama. El contenido es un mensaje que debe llenar de alegría a todo el pueblo:
hoy ha nacido un Salvador, que es el Mesías esperado por el pueblo judío, el
Señor. Y les ofrece señales para que lo puedan reconocer, tres signos pobres:
un niño, pañales, pesebre. Al retirarse los ángeles alaban a Dios por esta gran
manifestación de su poder y felicitan a los hombres destinatarios de esta
gracia.
El tercer
cuadro (2,15-20) presenta la reacción de los pastores: a pesar del contraste
entre la grandiosidad del sentido y la realidad de los signos pobres, van,
comprueban y se convierten en testigos de
la presencia de Dios entre nosotros en contexto de pobreza: “Y se volvieron
los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que oyeron y
vieron, (todo) como les había dicho el
ángel” (2,14).
La palabra de
Dios nos invita en este tiempo de Navidad a ser testigos de la presencia de
Dios entre nosotros bajo muchas formas pobres: en los necesitados, en su
palabra, en la en la Iglesia, en la Eucaristía. Pero no basta con saberlo, para
ser testigos y vivir la alegría de Navidad es necesario comprobarlo a pesar de la pobreza de los signos. Son distintas
presencias dinámicas de “la gracia de Dios para todos los hombres” (segunda
lectura), el Dios fuerte y príncipe de la paz, que trae la salvación y la
alegría. (primera lectura).
María aparece
en este contexto como la creyente contemplativa: “María guardaba todas estas
cosas, meditándolas en su corazón”. A pesar de la experiencia de un niño débil
e indefenso, supo ver en él al Enviado salvador de Dios.
Navidad
es tiempo de alegría por legítimos motivos humanos (reuniones familiares) y
especialmente por motivo religioso y este es Jesús, cuando uno se convierte en
testigo de Navidad.
La
celebración de la Eucaristía es una manifestación privilegiada de la presencia
de Dios entre nosotros en su palabra, en el pan y el vino consagrados, en la
comunidad. Esta presencia nos obliga a completarla sirviéndole en los
necesitados.
D.
Antonio Rodríguez Carmona
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