Virgen
Santa e Inmaculada, a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo y el amparo
maternal de nuestra ciudad, nos acogemos con confianza y amor.
Eres toda belleza, María.
En Ti no hay mancha de pecado.
Renueva en nosotros el deseo
de ser santos: que en nuestras palabras resplandezca la verdad, que nuestras
obras sean un canto a la caridad, que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón
brillen la pureza y la castidad, que en nuestra vida se refleje el esplendor
del Evangelio.
Eres toda belleza, María.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
Ayúdanos a estar siempre
atentos a la voz del Señor: que no seamos sordos al grito de los pobres, que el
sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos, que
la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen
indiferentes, que amemos y respetemos siempre la vida humana.
Eres toda belleza, María.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.
Haz que nunca perdamos el
rumbo en este mundo: que la luz de la fe ilumine nuestra vida, que la fuerza
consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos, que el ardor entusiasta del
amor inflame nuestro corazón, que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente
de la verdadera alegría.
Eres toda belleza, María. Escucha nuestra oración, atiende a
nuestra súplica: que el amor misericordioso de
Dios en Jesús nos seduzca, que la belleza divina nos salve, a nosotros, a
nuestra ciudad y al mundo entero.
Amén.
Papa Francisco
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