La Palabra se ha hecho
hombre
En Navidad los cristianos no recordamos el
nacimiento de un personaje importante, que pasó por este mundo y nos dejó
valiosas aportaciones. Para los cristianos el que nació hace XXI siglos es el
Hijo de Dios, el Viviente. Los cristianos celebramos Navidad a la luz de la
resurrección. El que se hizo hombre continúa entre nosotros, nos acompaña y nos
capacita para que compartamos plenamente su condición. Esto explica el que en
muchos sectores del pueblo cristianos se llame a estos días “Pascua” , pues
realmente Navidad es una “Pascua en tono menor”.
En estos días se nos invita a tomar conciencia de lo
que significa la encarnación del Hijo
de Dios. Ha asumido la condición humana permanentemente,
no de forma pasajera. En las mitologías griegas y romanas se presenta a veces
las historias de dioses que toman forma humana para darse un paseo por la
tierra y volver después a su morada celestial. El Hijo de Dios no ha venido a
darse un paseo por la tierra, ni sólo a darnos buenos consejos y retornar al
cielo. A partir de su encarnación, la humanidad pertenece permanentemente al
mundo divino. Nuestra humanidad ha sido divinizada. Jesús se hizo hombre,
asumió la humanidad en un estado débil, consecuencia del pecado, y la
transformó en su resurrección, posibilitando a los hombres compartir esta
plenitud que él goza permanentemente. Su predicación no tiene sentido sin esta
transformación que nos ha conseguido, pues toda ella tiende a enseñarnos cómo
tenemos que seguirle e imitarle para compartir su meta. El problema de los
hombres no es carencia de buenos consejos, sino carencia de medios para
llevarlos a cabo. Es lo que nos ha dado el Hijo de Dios haciéndose hombre.
Por otra parte, el Hijo de Dios encarnado nos enseña
quién es Dios. La palabra proclamada ayuda a descubrir este aspecto. Las tres
lecturas hablan de palabra, de dar a conocer. En la primera, el
Deuteroisaías felicita al mensajero que
anuncia la buena noticia de que Dios va a reinar y lo hará de una forma especial (como Dios
escondido, a la luz del resto de la teología de este profeta); Hebreos afirma
que en su Hijo Dios nos ha dado la palabra definitiva de forma completa; el
Evangelio afirma que la palabra se ha hecho carne. Palabra es el medio que
usamos las personas para compartir el mensaje que tenemos en nuestro corazón.
Siempre tenemos que utilizar palabras que sean comunes y puedan entender los
destinatarios. Pues Dios nos ha hablado y ha usado un lenguaje común con la
humanidad: su Palabra es su Hijo que se ha hecho hombre; y no se ha quedado
aquí, ha vivido una existencia humana igual a la nuestra en todo menos en el
pecado, ha muerto por nosotros y ha
resucitado por nosotros. Éste es el contenido de su Palabra. De esta manera nos
revela que Dios es amor concreto, que nos ama y entrega a su Hijo (Jn 3,16). “A
Dios nadie le ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre,
lo ha dado a conocer “(Jn 1,18). Éste es nuestro Dios, no el dios de los
filósofos.
Navidad es tiempo de contemplación, de la que tiene
que dimanar la alegría. ¡El Hijo de Dios se ha hecho hombre para que los
hombres seamos hijos de Dios! Necesitamos silencio y oración para dar lugar a
la contemplación.
La encarnación del Dios-hombre resucitado adquiere hoy, gracias a la
resurrección, formas nuevas. Ha querido hacerse presente en nuestro corazón, en
su palabra, en la Eucaristía, y especialmente en los necesitados. Por eso
Navidad es invitación a acoger a Jesús en sus diferentes manifestaciones,
especialmente en los necesitados. Las diferentes presencias son inseparables.
No podemos acoger a Jesús ahora en la celebración de la Eucaristía si no lo
acogemos en los necesitados.
Finalmente es también tiempo de compromiso. El Niño
en el pesebre nos recuerda el camino de debilidad y solidaridad que anduvo
Jesús y que nosotros ahora tenemos que compartir para que la humanidad pueda
conseguir la plenitud que él consiguió con su resurrección.
D. Antonio Rodríguez Carmona
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