María virgen, modelo de la
iglesia
Las tres lecturas recuerdan el nacimiento virginal
de Jesús, descendiente de David. El
Evangelio, la anunciación a José, recuerda que el nacimiento de Jesús, por una
parte, fue virginal, y, por otra, le convirtió en hijo de David de una forma
especial, por adopción de José, de acuerdo con el plan de Dios. El evangelista
ve un anuncio de la concepción virginal en el antiguo oráculo de Isaías (primera
lectura) en que anunciaba al rey Acaz
que su joven mujer había concebido un
hijo, cuyo nacimiento será signo de que Dios continuará acompañando a la
amenazada dinastía de David, seguirá siendo Dios-con-nosotros, Enmanuel. Históricamente se trataba de
la concepción natural del futuro rey Ezequías, pero Mt reinterpreta el oráculo a la luz de la
revelación cristiana.
Hoy día hay en ciertos sectores
cristianos reticencias para aceptar el hecho de la concepción virginal de
Jesús, olvidando que el dato está presente en las confesiones de fe desde la
antigüedad. Las reticencias se deben a
varios motivos, por una parte, a desconocimiento del sentido teológico de la
concepción virginal, y, por otra, a la revalorización de la sexualidad humana y
del matrimonio.
En cuanto al sentido de la virginidad en
este momento preciso, en el umbral del Nuevo Testamento, la virginidad es una
realidad negativa. En Israel el ideal de la mujer es el matrimonio y la
fecundidad, la virginidad es una desgracia. En este momento, la concepción virginal
nos revela que Jesús es un don de Dios para el que se sirve de la colaboración
de una mujer, cuya aportación básica es su pobreza. María hace presente a Jesús
sólo por obra del Espíritu Santo. Por eso es modelo de la Iglesia y del
cristiano, llamados a hacer constantemente presentes a Jesús virginalmente, solo por obra del Espíritu
Santo, excluyendo todo poder humano coactivo, y sirviéndose de medios
pobres. En Navidad vamos a celebrar
el comienzo de la presencia humana del “Dios-con-nosotros”, presencia que
quiere continuar sirviéndose de nuestra pobre colaboración, que hemos de
ejercer con fe, humildad, amor y agradecimiento, como María, nuestra madre y
modelo.
María vivió su vocación como entrega
total al servicio del plan salvador de Dios. A partir de ella la virginidad
consagrada pasó a tener un sentido positivo en la Iglesia, como expresión y al
servicio de la entrega total a Dios.
Es verdad que la sexualidad humana es
positiva y querida por Dios y, por ello, también el matrimonio, que vivido cristianamente,
es medio de santificación. Por eso Jesús pudo haber nacido de un matrimonio
normal. Si no lo acepta la fe de la Iglesia no es porque hubiera sido menos
digno para el Hijo de Dios, sino por fidelidad a la revelación, a los datos del
NT interpretados así por toda la tradición de la Iglesia.. En el credo
apostólico profesamos: Y fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
María Virgen y en el
Niceno-constantinopolitano: Y por obra
del Espíritu Santo se encarnó de María, Virgen.
En la Eucaristía Jesús sigue siendo
Dios-con-nosotros y Salvador de forma virginal, por obra del Espíritu Santo. Es
el regalo que el Padre ofrece a sus hijos para alimentarles y ayudarles a hacer
presente a Jesús en medio del mundo de forma virginal.
D. Antonio
Rodríguez Carmona
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