viernes, 16 de diciembre de 2016

IV Domingo de Adviento



María virgen, modelo de la iglesia

         Las tres lecturas recuerdan el nacimiento virginal de Jesús, descendiente de David. El Evangelio, la anunciación a José, recuerda que el nacimiento de Jesús, por una parte, fue virginal, y, por otra, le convirtió en hijo de David de una forma especial, por adopción de José, de acuerdo con el plan de Dios. El evangelista ve un anuncio de la concepción virginal en el antiguo oráculo de Isaías (primera  lectura) en que anunciaba al rey Acaz que su joven mujer  había concebido un hijo, cuyo nacimiento será signo de que Dios continuará acompañando a la amenazada dinastía de David, seguirá siendo Dios-con-nosotros, Enmanuel. Históricamente se trataba de la concepción natural del futuro rey Ezequías, pero Mt  reinterpreta el oráculo a la luz de la revelación cristiana.

        Hoy día hay en ciertos sectores cristianos reticencias para aceptar el hecho de la concepción virginal de Jesús, olvidando que el dato está presente en las confesiones de fe desde la antigüedad. Las reticencias se deben  a varios motivos, por una parte, a desconocimiento del sentido teológico de la concepción virginal, y, por otra, a la revalorización de la sexualidad humana y del matrimonio.

        En cuanto al sentido de la virginidad en este momento preciso, en el umbral del Nuevo Testamento, la virginidad es una realidad negativa. En Israel el ideal de la mujer es el matrimonio y la fecundidad, la virginidad es una desgracia. En este momento, la concepción virginal nos revela que Jesús es un don de Dios para el que se sirve de la colaboración de una mujer, cuya aportación básica es su pobreza. María hace presente a Jesús sólo por obra del Espíritu Santo. Por eso es modelo de la Iglesia y del cristiano, llamados a hacer constantemente presentes a Jesús virginalmente, solo por obra del Espíritu Santo, excluyendo todo poder humano coactivo, y sirviéndose de medios pobres. En Navidad vamos a celebrar el comienzo de la presencia humana del “Dios-con-nosotros”, presencia que quiere continuar sirviéndose de nuestra pobre colaboración, que hemos de ejercer con fe, humildad, amor y agradecimiento, como María, nuestra madre y modelo.

        María vivió su vocación como entrega total al servicio del plan salvador de Dios. A partir de ella la virginidad consagrada pasó a tener un sentido positivo en la Iglesia, como expresión y al servicio de la entrega total a Dios.

        Es verdad que la sexualidad humana es positiva y querida por Dios y, por ello, también el matrimonio, que vivido cristianamente, es medio de santificación. Por eso Jesús pudo haber nacido de un matrimonio normal. Si no lo acepta la fe de la Iglesia no es porque hubiera sido menos digno para el Hijo de Dios, sino por fidelidad a la revelación, a los datos del NT interpretados así por toda la tradición de la Iglesia.. En el credo apostólico profesamos: Y fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de María Virgen y en el Niceno-constantinopolitano: Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, Virgen.

        En la Eucaristía Jesús sigue siendo Dios-con-nosotros y Salvador de forma virginal, por obra del Espíritu Santo. Es el regalo que el Padre ofrece a sus hijos para alimentarles y ayudarles a hacer presente a Jesús en medio del mundo de forma virginal.

D. Antonio Rodríguez Carmona


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