lunes, 13 de noviembre de 2017

Como niños


 
Dice el evangelista Mateo (Mt 18, 1-5) que se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” Lo que quiere decir que la respuesta no es en general para todos sus seguidores, ni para los sacerdotes y ancianos, tampoco iba dirigida a los escribas y fariseos; la respuesta fue para el grupo de seguidores y colaboradores más habituales y cercanos. Trasladándolo al mundo actual, diríamos que se lo dice al grupo de cristianos más fieles, a los que quieren seguirle con una entrega algo más especial. La pregunta en sí parece mostrar que sus discípulos no tenían aún las ideas muy claras de lo que Jesús llamaba el reino de los cielos. Da la impresión de que ellos le preguntan por el perfil, como se dice ahora, o curriculum que debe tener el puesto preeminente.

La respuesta para ellos y para nosotros no puede ser más esclarecedora: “En verdad os digo, que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto el que se haga pequeño como un niño, ese es el más grande en el reino de los cielos”. A bote pronto y como primera reflexión, el Maestro les  y nos dice que en su reino no hay distinciones, allí no habrá escala social, ni jerarquía, pues primero dice que si no os hacéis como niños, no entraréis y seguidamente ese es el más grande en el reino de los cielos. Pues muy claro.  Ya podemos ir cambiando la forma de pensar y enfocar la estrategia en otro sentido. Hay que actuar y vivir de otra manera distinta a la que estamos acostumbrados los adultos, así que empecemos a mentalizarnos.

¿Cómo es un niño? Un ser inocente, sin dobleces, que actúa espontáneamente y sin premeditación, que dice las cosas tal y como las piensa, pero sin maldad, sus palabras y expresiones no tiene doble sentido, no utiliza la metáfora, no te dice una cosa para que tú entiendas que quiere decir otra para no ofenderte, no, simplemente dice lo que quiere decir. Hace preguntas sencillas pero que son difíciles de contestar porque lo vemos tan inocente que no queremos romper ese su mundo, lo que quiere decir que respetamos, valoramos e incluso añoramos ese mundo. Es débil, indefenso e inofensivo. Está a expensas de lo que se quiera hacer con él. No tiene capacidad física para defenderse del superior: padres, maestros y adultos en general a los que respeta profundamente.  Es cariñoso, entregado, pero astuto para conseguir lo que quiere; (cf 10, 16) “Sed, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas”. Traída la cita al contesto que nos ocupa podíamos expresarla de esta otra forma: sed astutos y sencillos como los niños. No es soberbio y cree (tiene fe) sin ningún tipo de dudas en lo que le dicen sus mayores.

Pues ya tenemos nuestra guía cristiana: inocencia, debilidad e indefensión, pacífico, nos debemos interrogar a sí mismos sobre todas las cosas importantes de la vida, amor, humildad y fe. Amoldemos nuestra vida de mayores y acerquémosla a la de un niño si queremos formar parte del reino de los cielos. Pidámosle al Señor sabiduría para transformarnos puesto que no es nada fácil el modelo infantil.

Pedro José Martínez Caparrós


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