Dice
el evangelista Mateo (Mt 18, 1-5) que se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron: “¿Quién es el mayor en el
reino de los cielos?” Lo que quiere decir que la respuesta no es en general
para todos sus seguidores, ni para los sacerdotes y ancianos, tampoco iba
dirigida a los escribas y fariseos; la respuesta fue para el grupo de
seguidores y colaboradores más habituales y cercanos. Trasladándolo al mundo
actual, diríamos que se lo dice al grupo de cristianos más fieles, a los que quieren
seguirle con una entrega algo más especial. La pregunta en sí parece mostrar
que sus discípulos no tenían aún las ideas muy claras de lo que Jesús llamaba
el reino de los cielos. Da la impresión de que ellos le preguntan por el
perfil, como se dice ahora, o curriculum que debe tener el puesto preeminente.
La
respuesta para ellos y para nosotros no puede ser más esclarecedora: “En verdad os digo, que si no os convertís y
os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto el que
se haga pequeño como un niño, ese es el más grande en el reino de los cielos”.
A bote pronto y como primera reflexión, el Maestro les y nos dice que en su reino no hay
distinciones, allí no habrá escala social, ni jerarquía, pues primero dice que
si no os hacéis como niños, no entraréis
y seguidamente ese es el más grande en el
reino de los cielos. Pues muy claro.
Ya podemos ir cambiando la forma de pensar y enfocar la estrategia en
otro sentido. Hay que actuar y vivir de otra manera distinta a la que estamos
acostumbrados los adultos, así que empecemos a mentalizarnos.
¿Cómo
es un niño? Un ser inocente, sin dobleces, que actúa espontáneamente y sin
premeditación, que dice las cosas tal y como las piensa, pero sin maldad, sus
palabras y expresiones no tiene doble sentido, no utiliza la metáfora, no te
dice una cosa para que tú entiendas que quiere decir otra para no ofenderte,
no, simplemente dice lo que quiere decir. Hace preguntas sencillas pero que son
difíciles de contestar porque lo vemos tan inocente que no queremos romper ese
su mundo, lo que quiere decir que respetamos, valoramos e incluso añoramos ese
mundo. Es débil, indefenso e inofensivo. Está a expensas de lo que se quiera
hacer con él. No tiene capacidad física para defenderse del superior: padres,
maestros y adultos en general a los que respeta profundamente. Es cariñoso, entregado, pero astuto para
conseguir lo que quiere; (cf 10, 16) “Sed,
pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas”. Traída la cita al
contesto que nos ocupa podíamos expresarla de esta otra forma: sed astutos y
sencillos como los niños. No es soberbio y cree (tiene fe) sin ningún tipo de
dudas en lo que le dicen sus mayores.
Pues
ya tenemos nuestra guía cristiana: inocencia, debilidad e indefensión, pacífico,
nos debemos interrogar a sí mismos sobre todas las cosas importantes de la
vida, amor, humildad y fe. Amoldemos nuestra vida de mayores y acerquémosla a
la de un niño si queremos formar parte del reino de los cielos. Pidámosle al Señor
sabiduría para transformarnos puesto que no es nada fácil el modelo infantil.
Pedro
José Martínez Caparrós
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