Jesucristo, el Humilde por
excelencia, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría… (Fp
2, 6-11). Y, como el Gran Pedagogo del Universo, se pone a nuestra altura, y a
la altura de la gente del tiempo en que se rebajó a vivir entre nosotros. Y, de
esta forma, catequizaba al pueblo con imágenes sencillas que ellos pudieran
comprender, tales como las aves del cielo, los peces del mar…Otras veces con
las labores del campo, la siega, la siembra, la semilla,…Incluso con parábolas
en las que les enseñaba el amor entre el Padre (Dios) y el hijo, (el hombre de toda época), en el Hijo
Pródigo….O cantaba la alegría de la mujer que encuentra la moneda perdida, o el
tesoro oculto en el campo, simbolizando el encuentro con nuestro mayor Tesoro,
el Santo Evangelio…Así es Jesucristo.
En esta ocasión, nos habla
de la piedra angular. Y no es precisamente Jesucristo quien, con todo derecho,
se podría poner en ese lugar. Es el salmista quien toma toda la revelación de
Dios para entonar en el Salmo 117: “…la piedra que desecharon los arquitectos
es la piedra angular…”.
La piedra angular refiere
a las construcciones de la época, y aún posteriores, donde los conocimientos
actuales de cálculo no se conocían. Y no por eso se realizaban menores
construcciones. La piedra angular refiere a la parte más alta de un arco
circular, lo que llamamos “la clave” del mismo. Esta pieza, tallada en piedra,
se construye de forma que dos de las caras de la piedra no sean paralelas, sino
con un ángulo de inclinación, para que actúen sobre las demás cerrando el arco.
En otras ocasiones, y de
ahí le viene el nombre, para levantar
un muro en dos
direcciones, se construían en ángulo desde donde arrancaban la edificación.
Cuando se produce la
curación de un tullido, relatada en los Hechos de los Apóstoles, por Pedro y
Juan, se presentaron los sacerdotes, los saduceos y la guardia del Templo para
detenerlos. Y es cuando, al ser interrogados: “en nombre de quién habéis hecho esto”,
Pedro les dijo: “…Sabed que ha sido por el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a
quien vosotros matasteis, y a quien Dios resucitó de entre los muertos. …Él es
la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado, y que se ha
convertido en piedra angular…” (Hch 4 8-11)
Si la piedra de la construcción no se ejecuta
como está en los cánones de buena construcción, ésta cae. Con Cristo ocurre
igual: Sólo amparándonos en Él, con nuestra práctica de “buena construcción”:
la “Buena Nueva del Evangelio”, la construcción del edificio de nuestra alma,
de nuestra salvación, permanecerá en pie, como postura cierta de la
resurrección.
Nuevamente Jesús, como
Pedagogo y Maestro, nos enseña, con ejemplos sencillos, el camino cierto y
seguro: Jesucristo y su Evangelio, Camino, Verdad y Vida.
Alabado y adorado sea Jesucristo
Tomas Cremades Moreno
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