Os animo a lo vivo a celebrar la Jornada Mundial de los Pobres
que el Papa convocó para el 19 de noviembre próximo con el lema: “No amemos de palabra, sino con hechos”. No olvidemos
que Jesús nos dijo: “amaos también unos a otros, como yo os amé” (Xn 13,34),
“tratad a la gente en todo conforme queréis que os traten a vosotros”· (Mt
7,12), “quien quiera ser importante, que sirva a los demás” (Mt 20,26).
Amar a Dios y al próximo lleva gastar nuestra vida al servicio de los demás.
El flujo de ternura, amor y compasión ha de recorrer las arterias del
cuerpo cristiano para que su corazón no envejezca, evitando el colesterol
de nuestro egoísmo. En esta clave los dicen el Papa: “Al final del Jubileo
de la Compasión quise ofrecer a la Iglesia a Jornada Mundial de los Pobres,
para que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan
cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos
y los más necesitados”.
Objetivo
de la Jornada
El objetivo
de esta jornada segundo el mensaje papal es estimular a los creyentes
para que reaccionen ante la cultura del descarte y del malgaste” y lograr
que “las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en
signo concreto del amor de Cristo por los últimos”, siendo necesario
“organizar momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda
concreta”, así como de oración común. La fraternidad y la solidaridad
han de ser el referente del cristiano, sabiendo que el hilo que ha de vertebrar
el tapiz de nuestra historia eclesial es la caridad. Evangelizamos cuando amamos.
En los pobres
hemos de reconocer a Jesús y servirle en ellos. El Papa considera que
no es tanto hacer una colecta más, tan necesaria por otra parte para vivir
la fraternidad en la comunión, sino poner a los pobres como referencia
de nuestras comunidades parroquiales y comunidad diocesana en el
núcleo de nuestra vida. Nuestra preocupación debe ser dar respuesta a
los pobres más allá de diagnósticos y estadísticas, fijándonos en
las personas concretas y saliendo a su encuentro. Muchas veces damos
la impresión de que nuestros pobres viven en esa hora veinticinco que
nunca marcará el reloj de nuestra vida, y por eso se les arrincona en el
lado oscuro del descarte. Pero es ahí donde los seguidores de Jesús hemos
de situarnos para descubrir que todo espacio y todo tiempo son propicios
para encontrarnos con ellos. “La solidaridad fraterna con los más pobres
les da credibilidad a las testigos de Cristo pero es además el clima,
el ambiente, el contexto necesario para que llevemos adelante nuestra
misión”, los refieren el Papa.
Necesitamos
imaginación y creatividad con gestos sencillos y humildes a través
de los cuales no sólo se perciba que vamos al encuentro de los pobres
sino que estos están entre nosotros y con nosotros. Esto ha de manifestarse
en nuestras comunidades parroquiales y en nuestra Caritas Diocesana,
siendo este el signo y testimonio de una Iglesia en salida, samaritana
y misionera. La historia de la Iglesia se configura cómo una historia
de caridad donde los acuitados por cualquiera causa encuentran respuesta
a sus gritos de auxilio. En esta historia son innumerables los testimonios
a los que podríamos referirnos. Así el Papa los dicen que son siempre actuales
las palabras del santo Obispo Crisóstomo: “Se queréis honrar el cuerpo
de Cristo, no lo despreciéis cuando está desnudo; no honréis al Cristo
eucarístico con ornamentos de seda, mientras que había sido del templo
descuidáis a ese otro Cristo que sufre por frío y desnudez” (Hom. in Matthaeum,
50,3: PG 58). Ante esto no nos sirve ni la pasividad ni la resignación.
Sólo el espíritu de pobreza los ayudan a valorar en su justa medida
los bienes materiales y a mantener esos vínculos afectivos que se muestran
en el desprendimiento a favor de los necesitados. “A los pobres siempre
los tenéis con vosotros” (Mt 26,11), dijo Jesús, siendo esto un recurso
al cual acudir para acoger y vivir el Evangelio.
Petición del Papa
El Papa en su
mensaje los piden “que las comunidades cristianas, en la semana anterior
a la Jornada Mundial de los Pobres, se comprometan a organizar diversos
momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta.
Podrán invitar los pobres y los voluntarios para participar juntos
en la Eucaristía diera domingo… En ese domingo, si en nuestro
vecindario viven pobres que solicitan protección y ayuda, nos acerquemos
a ellos: será el momento propicio para encontrar al Dios que buscamos.
De acuerdo con la enseñanza de la Escritura (cf. Xn 18, 3-5; Hb 13,2),
los sentemos a nuestra mesa como invitados de honra; podrán ser maestros
que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente”. Hay muchas personas
pobres en nuestra sociedad pero nadie es tan rico que no necesite algo
de los demás.
Os saludo con
afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela
Arzobispo de Santiago de Compostela
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