Jesucristo rey al servicio del Reino de Dios
Al final del año
litúrgico la Iglesia celebra el reinado de Cristo, al servicio del Reino de
Dios Padre. Si reinar es gobernar buscando el bien del pueblo y si Dios es
amor, el reino de Dios es la plenitud del amor. Reino y amor se identifican. Al
servicio de esta tarea está todo el ministerio de Jesús, que murió y resucitó
por amor para capacitarnos a vivir en el amor. Por eso al final seremos
examinados de amor para poder entrar en la plenitud del reino de Dios.
La
segunda lectura ofrece la clave teológica para comprender esta
celebración. Nos recuerda que Jesucristo
resucitado es el nuevo Adán, que trae
la vida. Esto significa que con su resurrección llevó a plenitud su solidaridad
con todos los hombres, permaneciendo en
el corazón de toda persona humana, dándoles nueva dignidad y
posibilitándoles responder a las invitaciones de Dios.
Si el hombre desde su creación es “imagen y
semejanza de Dios”, desde ahora será imagen y semejanza de Cristo resucitado y,
por ello, acoger al hombre, especialmente al necesitado, es acoger a Cristo.
Por otra parte, la gracia de Cristo resucitado actúa en el corazón de toda
persona sugiriéndole buenos pensamientos y deseos y capacitándola para responder a ellos. Por la fe y el
bautismo la persona acoge libre y conscientemente esta presencia dinámica, se
integra en la Iglesia y recibe gracias especiales para responder. La tarea
actual de Cristo rey es invitar a todos los hombres a someterse al reino del
amor y, al final, Cuando hayan sido
sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel
que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.
El Evangelio ofrece una escenificación
del juicio final. Nos espera a todos unos exámenes finales, porque Cristo tiene
la última palabra en la historia y en la vida de cada uno. Nos examinará Jesús
rey, el que ahora ejerce como Buen Pastor para que vivamos en el amor, y
naturalmente nos examinará de amor. Un amor que no es simple sentimentalismo,
sino que se manifiesta en obras de misericordia concretas, que siguen teniendo
hoy día plena actualidad: dar de comer al hambriento, de beber al sediento,
vestir al desnudo, acoger al forastero, visitar al enfermo y al preso. Es
interesante que estas obras se presenten como servir a Jesús, porque desde la resurrección está presente en todos
los hombres y se identifica con los pequeños, especialmente con los
necesitados. A lo largo del Evangelio se habla de distintos modos de presencia
de Jesús, todos ellos relacionados: está presente en la comunidad eclesial
“dónde dos o tres están reunidos en mi nombre” (Mt 18,20), está también sacramentalmente
en la Eucaristía, pero todas estas presencias están al servicio de Cristo, que
quiere que se le sirva en los pequeños. Por eso el cristianismo es
esencialmente servir a Jesucristo en los
necesitados y, por ello, lógicamente al final seremos examinados de esto.
La Eucaristía es acción de gracias al Padre porque nos ha capacitado para esto
y para esto se nos alimenta, la comunidad eclesial es para ayudarnos a vivir en
el amor y en el servicio. Eucaristía, Iglesia, servicio a los pequeños son inseparables.
De esta manera reina Jesús en nosotros.
Es interesante igualmente constatar que
los protagonistas que aparecen en esta escenificación del juicio no son
cristianos, pues son personas que no conocen a Cristo. Esto significa que si
todos, cristianos y no cristianos, seremos examinados de amor, todos podemos
vivir en el amor con la gracia de Cristo resucitado, presente en el corazón de
toda persona. Los cristianos, que podemos realizar el servicio que pide Cristo
de forma privilegiada por las gracias especiales que recibimos en la Iglesia,
seremos examinados a la luz del Evangelio, los no cristianos, a la luz de la
ley natural (cf. Rom 2,12-16).
La Eucaristía se inserta entre el pasado
y el futuro del Reino de Dios. Es actualización del sacrificio de Cristo para
dar gracias a Dios y recibir gracia que nos capaciten para servir a Cristo en
sus hermanos necesitados y así ir preparando el examen final que nos permita el
acceso al reino definitivo de Dios.
Dr. Antonio
Rodríguez Carmona
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