jueves, 8 de octubre de 2020

"Jesús dijo a Pedro y a Andrés, venid conmigo y os haré llegar a ser pescadores de hombres" (Mc. 1, 17)

 


 Se suele alabar la generosidad de los dos Apóstoles por su disponibilidad ante la llamada de Jesús, que es verdad, pero lo que hemos de resaltar, y esto vale para todo aquel llamado al Discipulado, es que el Generoso por antonomasia es Jesús al llamarles. Fijémonos que les dice: "Yo os haré llegar a ser..." Tengamos en cuenta que el verbo hacer es el utilizado por el autor del libro del Génesis al narrarnos la creación del mundo por parte de Dios y que no pocas veces los profetas llaman a Yahvé, nuestro Hacedor, por ejemplo (Is. 54, 5)

 En fin, que es Jesús quien se compromete con Pedro, Andrés... con todos para crear nosotros el Discipulado. Todo aquel que, consciente de su debilidad, confía en que Jesús culminará su obra en él, que es llegar a ser su discípulo, al constatar que la Fuerza y la Gracia que fluye del Evangelio moldean su ser de forma que ya no es siervo del Señor sino amigo (Jn. 15, 15), puede apropiarse de la confesión de fe del Salmista y proclamar: "Señor, tu promesa supera tu fama..." (Sal. 138, 2). ¡Si, Dios mío! Has hecho en mi lo que jamás hubiese podido imaginar. Y en su crecimiento le pide como el Salmista: que culmine el Discipulado en él: "Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos" (Sal. 138, 8).

 Con el salmista decimos todos. ¡Señor, ya sé que no hay cima mayor en este mundo que llegar a ser tu Discípulo! Tú qué me llamaste, culmina en  tu obra por excelencia.

 

P. Antonio Pavía.

https://www.comunidadmariamadreapostoles.com/

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