Queridos
hermanos y hermanas en el Señor: El profeta Isaías, en el Antiguo Testamento,
nos cuenta su vocación. El Señor Dios le interpela: “¿A quién enviaré? ¿Y quién
irá por mí?”, a lo que él contesta: “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8).
Esta
experiencia que conocemos de labios del profeta se convierte en una imagen, en
un ejemplo de toda llamada, incluso de la vocación de la Iglesia. Me permito
entresacar de este texto algunos elementos para nuestra consideración:
Isaías nos pone en el escenario de su historia, personal y social. La llamada
de Dios siempre se da en un momento y en unas circunstancias históricas. Dios
llama en nuestra existencia personal, no llama al ideal de persona sino a esta
persona concreta. El llamado, como le ocurre al profeta, siente la confusión y
la indignidad ante la llamada de Dios. Hay una desproporción inmensa entre la
llamada y la repuesta, solo se puede responder desde la conciencia de la propia
debilidad, pero sostenido en la confianza de la gracia.
Por
último, la llamada siempre es una interpelación. Dios nos saca de nuestra zona
de confort para llevarnos a la aventura de la existencia humana tocada por la
voluntad de Dios de salvar a todos los hombres.
Al
celebrar un año más la jornada de las misiones, el DOMUND, es bueno hacer
memoria que la misión forma parte de la vida cristiana y está en el corazón de
la Iglesia. La Iglesia existe para la misión. La Iglesia es misionera en su
esencia, por eso las palabras del profeta Isaías que sirven como lema este año
para el DOMUND, nos invitan a abrirnos, a la disponibilidad. Ante la llamada de
Dios solo podemos responder con generosidad, cada uno desde su situación, lugar
o posibilidad. Se comienza siendo misionero en el corazón, después cada uno lo
vive como Dios le pide. Por esto, cada día podemos preguntarnos para que no se
apague en nosotros la llama misionera: ¿qué me pide Dios?
El
lema escogido por el Papa Francisco para el DOMUND de este año recoge las
palabras de la profecía de Isaías que hemos citado ya: “Aquí estoy, envíame”.
Es la confirmación inspirada en la Palabra de Dios de la visión de una Iglesia
en salida, porque la Iglesia solo puede ser misionera, o no tendría razón de
ser. El mismo Francisco en su mensaje para esta Jornada misionera nos explica
el sentido de ese espíritu misionero de salida que quiere llegar a todos: “La
misión, la “Iglesia en salida” no es un programa, una intención que se logra
mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí
misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te
empuja y te trae» (Sin Él no podemos hacer nada, LEV- San Pablo, 2019, 16-17).
Dios siempre nos ama primero y con este amor nos encuentra y nos llama.
Nuestra
vocación personal viene del hecho de que somos hijos e hijas de Dios en la
Iglesia, su familia, hermanos y hermanas en esa caridad que Jesús nos
testimonia. Sin embargo, todos tienen una dignidad humana fundada en la llamada
divina a ser hijos de Dios, para convertirse por medio del sacramento del
bautismo y por la libertad de la fe en lo que son desde siempre en el corazón
de Dios”. Este año celebramos el DOMUND en medio de la situación que ha creado
la pandemia del Covid-19. Un tiempo difícil pero que podemos hacerlo también
oportunidad de conversión y crecimiento, haciendo de la dificultad,
posibilidad. Es buen momento para la creatividad y la imaginación, siempre
vivido en oración y en generosidad. Es buen momento para salir de nosotros
mismos y buscar a Dios que está en el hermano, especialmente en el más pobre y
necesitado, momento para ensanchar el corazón que nos haga, con la gracia de
Dios, pasar del temor a la generosidad que nos haga recobrar la alegría y la
esperanza del Evangelio. Es el modo de ser misioneros en nuestro ambiente y
ayudar a los demás.
Las
misiones y los misioneros siguen necesitando de nuestra oración, afecto y ayuda
material. Ellos viven permanentemente en la situación de crisis que vivimos
nosotros ahora. Ojalá que no caigamos en la tentación que denuncia el Papa en
su última Encíclica, Fratelli tutti, “Nos acostumbramos a mirar para el
costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean
directamente” (n. 65).
Quiero
reiterar mi agradecimiento a todos los misioneros que entregan su vida por el
Evangelio en cualquier lugar del mundo, al tiempo que los encomendamos a la
intercesión de la Virgen María, Estrella de la Evangelización. Con mi afecto y
bendición.
+
Ginés García Beltrán,
Obispo
de Getafe
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