Vuelvo cada día del
camino de la Vida con el corazón cansado y me pongo ante ti; de ti recibí hoy
mi fuerza y sin ti, mi voluntad se alejó y te dio la espalda. Me trae ante ti
tu promesa: “Se puso junto a mí, lo libraré” (Salmo 90) y arrodillada ante ti
pongo mi propia impotencia, mi incapacidad de amarte, mi forma de abordar el
mal desde el mal.
Nos dicen tus Palabras,
“No os resistáis al mal, antes bien, venced al mal a fuerza de bien” (Romanos
12:21) y no puedo sola, Señor, pesa demasiado el barro de mi ser que te olvida
y se olvida de lo que ayer prometió. Miro tu cruz y a quienes te despreciaron y
te veo caminar entre aquellas gentes que te provocaban. Miro tus ojos elevados
al cielo y escucho tu silencio ante los que te injuriaban. Sólo puedo poner
ante ti mi grito, “protégeme, Dios mío”, protégeme de mi misma y de la tozuda
costumbre de mi corazón cuando no responde con amor ante la injuria. Lléname de
ti para alcanzarte, para vivir.
Rescata mi corazón de
su naturaleza y hazlo parecido a ti por tu amor: “Os infundiré mi espíritu, y
viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y
lo hago." (Ezequiel 37,14)
Olga Alonso
https://www.comunidadmariamadreapostoles.com/
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