Un desalmado, por no utilizar un taco, asesina indiscriminadamente
a 22 niños y adolescentes y también algunos adultos. Además, ha dejado
59 heridos, algunos de ellos desmembrados y con pronóstico muy grave.
En Mánchester, estos días sólo se pedía fortaleza y unidad.
Parece que las muertes de los niños
nos llegan al corazón. De hecho, la niña de 8 años Saffie Rose “simplemente una maravillosa niña pequeña” –según
el director de su escuela– fue portada de muchos diarios europeos. Recuerdo
cuando las páginas de nuestros periódicos nos impactaron con la foto
del niño Aylan. ¿Recordáis? En la playa, ahogado, boca abajo, con sus
pantaloncitos vaqueros y su niqui rojo, como si estuviera dormido.
Algunos países prohibieron la edición de la foto, pero El Mundo, colgó
en la web el vídeo del debate en su redacción para poner o no la foto de
Aylan. Una de las muchas razones esgrimidas para colocarnos la impactante
fotografía, era que: “es un niño que podía ser hijo
de cualquiera de nosotros porque no está disfrazado de alguna etnia
rara, está totalmente occidentalizado”. ¿Es sólo por eso,
por lo que nos ha tocado el corazón? Todo tipo de catástrofe ya sea producida
por la sinrazón del hombre o por la imprevisible fuerza devastadora
de la naturaleza se lleva consigo también infinidad vidas de niños.
En todos nosotros, además de cierta hipocresía, influye, cómo no,
la proximidad: “que sea uno de los nuestros”.
Cuando una tira una piedra en unas aguas tranquilas, el impacto más violento
se produce en el centro, después, la ley de los círculos concéntricos,
hace que las órbitas más externas se diluyan y desaparezcan en pocos segundos.
A los pocos días, un autocar de cristianos coptos, que iban de romería
al monasterio de san Samuel, fue acribillado a balazos, asesinando
a 28 e hiriendo a 23 peregrinos. Y los pobres hermanos coptos llevan
años y años sufriendo verdaderas masacres. Cuando el Papa Francisco
visitó recientemente Egipto, dijo en la Catedral Copta del Cairo: “Cuántos mártires en esta tierra, desde los primeros siglos
del cristianismo, han vivido la fe de manera heroica y hasta el final,
prefiriendo derramar su sangre antes que renegar del Señor y ceder a
las lisonjas del mal o a la tentación de responder al mal
con el mal”
En cambio, la historia de la vaca Margarita, de Tortosa (Tarragona),
ha llenado los telediarios de nuestras televisiones. Debía ser sacrificada
porque no estar registrada, como los establece la normativa contra
la enfermedad de las vacas locas. Pero los animalistas han recogido
unas 160.000 firmas para evitarlo, pues argumentan que es un animal de
compañía. Permitidme que respire hondo, pues no soy yo sólo el que me
escandalizo de tanta sin razón. El pasado sábado, Josto Maffeo, comentando
las noticias de los periódicos, en el programa No es un día cualquiera, de Pepa Fernández, en RNE,
dijo: “no sé si será por ser cristianos, pero nuestros medios de comunicación
han dado más importancia y dedicado más tiempo a la vaca Margarita
que al asesinato de estos coptos”.
La noche del viernes anterior, las Fuerzas Aéreas egipcias bombardearon un presunto campo de entrenamiento yihadista en Libia. También murieron niños. El ataque fue anunciado por el presidente egipcio en un mensaje televisado a la nación, en el que advirtió de que no le temblará el pulso a la hora de golpear las bases terroristas del país vecino.
En cambio, tan solo unos días antes, Mons. Juan José Aguirre, el comboniano
español, obispo de Bangassou (República Centroafricana) fue tiroteado
a la salida de la mezquita del barrio musulmán de Tokoyo, donde fue a
negociar en favor de mil aterrorizados musulmanes que se habían refugiado
en el interior de la misión católica. Él, salió ileso, su acompañante cayó fulminado.
Tú y yo, católicos, discípulos de Cristo, ¿también estamos metidos
de lleno en la ley de los círculos concéntricos? ¿Qué podemos hacer? Es
verdad, no somos indiferentes, pero corremos el riesgo de actuar con
la efusividad de la gaseosa agitada, para olvidarnos de todo, al día
siguiente. Tenemos muchas experiencias en este sentido porque somos
un pueblo apasionado. No nos podemos conformar porque, al menos, hemos
salvado a la vaca Margarita. ¡Ánimo y adelante!
+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Teruel y Albarracín
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