Del lat. Pentecoste, y
este del πεντηκοστ, t. f. de -τς, quincuagésimo). 1. m. Fiesta de los judíos
instituida en memoria de la ley que Dios les dio en el monte Sinaí, que se
celebraba 50 días después de la Pascua del Cordero.2. m. Festividad de la Venida
del Espíritu Santo que celebra la Iglesia el domingo, quincuagésimo día que
sigue al de Pascua de Resurrección, contando ambos, y fluctúa entre el 10 de
mayo y el 13 de junio.
¿Cómo
pretendes ver frutos en tu dedicación apostólica si prescindes del Espíritu
Santo? Si
quieres resucitar tu fe y tu vida mortecinas, el Espíritu Santo es alma que da
vida a tus obras muertas. Si quieres curar tus cegueras, sanar las costras de
tus pecados, aliviar las dolencias de tus miserias y debilidades, invoca al
Espíritu Santo y verás cómo te inunda el bálsamo de su presencia. El Espíritu
Santo fecunda el seno de las vírgenes. Por obra del Espíritu Santo María fue
Madre de Dios. Por su maternidad virginal, María fue cauce, en su Hijo, del don
universal del Espíritu. Lo materno es obra del Espíritu, adorado como Señor y
dador de vida. No te canses de invocar el don del Espíritu Santo a diario, en
toda circunstancia, en cualquier necesidad, sobre las personas que quieres,
sobre los que tienen necesidad, sobre aquellos que han caído en pecado, sobre
aquellos vencidos por el desánimo, sobre los que dudan de su vocación... ¡Ven,
Espíritu Santo! ¡Ven, Espíritu Santo! Y a cada invocación una gota de vida
divina caerá sobre la tierra reseca y marchita de muchos corazones, también del
tuyo. Tu mejor compañero de apostolado ha de ser este Espíritu consolador y
dador de vida. Verás cómo, al calor de su presencia, las situaciones más
difíciles y las almas más pertinaces se ablandan como la cera encendida.
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