sábado, 24 de junio de 2017

XII Domingo del Tiempo Ordinario



TESORO EN VASOS DE BARRO

        Las lecturas de este domingo invitan a agradecer y valorar el “don mayor” que nos ha conseguido Jesús, que nos fortalece y capacita para superar la debilidad  que hemos heredado del pecado original (segunda lectura), tesoro que tenemos que vivir en un contexto débil debido a las persecuciones que sufrimos como cristianos (primera lectura y Evangelio). La primera lectura recuerda la persecución que sufrió el profeta Jeremías por ser fiel al mensaje de Dios, que molestaba a los oyentes y el Evangelio ofrece varios motivos para no temer en la persecución.

        La palabra de Dios ofrece una visión equilibrada y realista del ser humano, frente al optimismo que defiende que todo hombre es naturalmente bueno y que lo corrompe la sociedad    y el pesimismo de los que creen que el hombre está corrompido y que no tiene remedio. La segunda lectura nos dice que el hombre es radicalmente débil, como consecuencia del pecado original, pero que Cristo muriendo y resucitando nos ha conseguido una fuerza que supera ampliamente esta debilidad y con características contrarias al pecado de Adán: si este pecado afecta a toda la humanidad para el mal, la gracia de Cristo afecta igualmente a todos para el bien, si el pecado de Adán crea debilidad, la gracia de Cristo ofrece una fuerza que supera con creces la debilidad. Ya no estamos sujetos a ningún fatalismo del mal. Con la gracia de Cristo podemos construir un mundo mejor, en que reine la paz y la justicia.  

Igual que físicamente estamos sujetos a la ley de la gravedad que nos empuja para abajo, sufrimos la atracción permanente del mal. El catecismo la resume en lo que conocemos como pecados capitales, que no son pecados, sino atracciones permanentes que tenemos que superar: soberbia, avaricia, lujuria, ira, envidia, gula, pereza. Su presencia solo nos recuerda que somos débiles, pero es posible superar todas estas raíces malas con la gracia de Cristo, muy superior a todas ellas. Por ello Jesús, el nuevo Adán, nos capacita para vivir como él, como hijos de Dios. La palabra de Dios nos invita a colaborar con la gracia de Cristo y agradecer nuestra situación.

        Pero vivimos como hijos de Dios en situación débil, pues seremos perseguidos. De nuevo la palabra de Dios invita al realismo. El camino del cristiano no es un camino de rosas, habrá dificultades también provenientes de  los pecados capitales en forma institucionalizada: seremos perseguidos por personas  o instituciones movidas por la envidia, el orgullo, avaricia… que se endiosan con sus ideologías y no permiten que nadie piense o actúe de forma diferente.
        La palabra de Dios nos dice también cómo afrontar la persecución: con optimismo, porque vivimos de acuerdo con el plan de Dios que quiere que se pregone en las terrazas y él tiene la última palabra en la Historia de la salvación, con confianza en la providencia del Padre que siempre nos acompaña y con sentido de la responsabilidad, porque tenemos que dar cuenta de todas las gracias recibidas.

        Cada Eucaristía es comunión con Cristo y el Padre en el Espíritu Santo y por ello fuente de fuerza para superar nuestras debilidades y luchas.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


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