viernes, 16 de junio de 2017

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.



La eucaristía, verdadera comida

La oración de la misa explicita la finalidad que  persigue este nuevo subrayado después del ciclo pascual: venerar  de tal modo el memorial  de la muerte y resurrección de Jesús  que experimentemos  el fruto de la redención.

Venerar el memorial.  Venerar es rendir culto, en este caso, a la Eucaristía. Es un acto ritual externo, pero que no tiene sentido si no va acompañado de las disposiciones internas requeridas. En este caso se trata de venerar un memorial, es decir, recordar y a la vez hacer presente lo que  hizo Jesús en la Última Cena  y sus disposiciones internas,  que,  según Jn 13,1, eran un amor que ama hasta el extremo a toda la humanidad y se entrega por todos para hacerlos  hijos de Dios, formando un solo cuerpo con él. Según esto,  venerar  el memorial implica unirse con todo el corazón al sacrificio de Cristo que se hace presente sacramentalmente y después se nos entrega en comunión a cada participante.

Alcanzar el fruto de la redención, que consiste en convertirnos en hijos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo. Es un don que exige crecer hasta llegar a la plenitud de la filiación y fraternidad. Para ayudar a este crecimiento Jesús nos ha dejado como verdadero alimento la Eucaristía. Cada tipo de vida necesita su propio alimento: la vida vegetal el suyo, la animal el suyo, la humana el suyo, y la de hijos de Dios el suyo que es el mismo Hijo de Dios encarnado. Hoy pedimos la gracia de que participemos de tal manera en la celebración eucarística que nos alimente. Igual que en las comidas normales se puede comer mucho sin que alimente, porque no se digiere adecuadamente, así también se pueden celebrar muchas Eucaristías sin que alimente, porque no se digiere.

“Digerir” implica, por una parte, unirse al sacrificio de Cristo, que se hace presente en la celebración para que los participantes unan su vida a la Cristo en oblación viviente y existencial  al Padre. Por otra, unirse en comunión a Cristo, que se nos da para alimentar esta entrega sacrificial.

Verdaderamente la Eucaristía es alimento (Evangelio), verdadero maná para los que vamos peregrinando hacia la patria (primera lectura), porque nos une a Cristo que está unido sustancialmente al Padre, fuente de la vida y del amor. Comulgar es unirse en íntima unión a Cristo y al Padre. Ahora bien, Cristo es cabeza inseparable de su cuerpo, por eso no nos podemos unir realmente a él si no estamos también unidos a los demás miembros de su cuerpo.  La liturgia invita a hacer un breve acto de fe inmediatamente antes de comulgar: “El Cuerpo de Cristo. Amén”, donde Cuerpo se refiere a la cabeza y los miembros. Por eso la comunión afianza nuestra unión en el cuerpo de Cristo (segunda lectura). Una Eucaristía que no se traduce en unión y preocupación por los hermanos no alimenta.
Con toda razón hoy  invita la Iglesia a recordar Caritas. Como recuerda la segunda parte de la encíclica “Deus caritas est”, la Eucaristía es el centro de la actividad de la Iglesia, pero está precedida y seguida de otras dos actividades. Precedida por la  pastoral de evangelización que da a conocer y ayuda a profundizar en Dios y su plan de salvación. Seguida por la pastoral de la caridad que invita a reforzar los lazos de unidad dentro del Cuerpo de Cristo y la entrega a los demás. Para esto la Iglesia dispone de Cáritas, que no es una ONG más, sino el brazo de la Iglesia para su servicio a los demás, especialmente a los necesitados. La “verdad” de una celebración solemne de la Eucaristía se comprueba en la “verdad” de una Cáritas eficiente.


Dr. Antonio Rodríguez Carmona

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