Queridos
hermanos y hermanas:
Hace un
mes publiqué una carta con un comentario sobre los cuatro primeros capítulos de
la exhortación apostólica Christus vivit del papa Francisco. Os recuerdo que su argumento
fundamental era la pastoral juvenil y vocacional. En ella se recogen los frutos
del último Sínodo. Os recuerdo también las primeras palabras del Papa: “Cristo vive, esperanza nuestra
y Él es la más hermosa juventud de este mundo… las primeras palabras que
quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristianos son: ¡Él vive y te quiere
vivo!”.
En
el capítulo quinto el Papa inculca a los jóvenes algunas convicciones: Dios es
amor, Cristo vive y nos salva y el Espíritu Santo cambia nuestra vida, la
ilumina y le imprime un rumbo mejor. A continuación, el Papa invita a los
jóvenes a vivir y experimentar la amistad con Jesús con estas palabras
terminantes, destino y meta de toda pastoral juvenil: “Por más que vivas y
experimentes no llegarás al fondo de la juventud, no conocerás la verdadera
plenitud de ser joven, si no encuentras cada día al gran amigo, si no vives en
amistad con Jesús”. El Papa invita también a los jóvenes a ser
apóstoles y a compartir la fe en Jesús: “¿Por qué no hablar de Jesús,
por qué no contarles a los demás que Él nos da fuerzas para vivir, que es bueno
conversar con Él, que nos hace bien meditar sus palabras? Jóvenes, no dejéis
que el mundo os arrastre a compartir sólo las cosas malas o superficiales. Sed
capaces de ir contracorriente y sabed compartir a Jesús, comunicad la fe que Él
os regaló. Ojalá podáis sentir en el corazón el mismo impulso irresistible que
movía a san Pablo cuando decía: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1
Co 9,16)”.
El
capítulo sexto se titula Jóvenes con raíces. Tener
raíces es estar conectado a una historia, a una familia, a una cultura, a unos
amigos, a unos padres y a unos abuelos a los que hay que escuchar, huyendo de
la superficialidad y de la manipulación que halaga a los jóvenes, “que desprecian la historia, que
rechazan la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de
las generaciones, que ignoran todo lo que los ha precedido”. Son
los puntos de arraigo que nos permiten asumir con realismo y amor el momento
presente con sus posibilidades y riesgos, con sus alegrías y dolores, para
anunciar la Buena Noticia en estos tiempos nuevos.
El séptimo capítulo el Papa
anima a encontrar nuevos caminos, creativos y audaces para la pastoral juvenil.
En ellos se debe privilegiar el idioma de la proximidad, el lenguaje del amor desinteresado,
que toca el corazón, llega a la vida y despierta esperanza. Es necesario
acercarse a los jóvenes con la gramática del amor. El lenguaje que los jóvenes
entienden es el de aquellos que dan la vida, el de quien está allí por ellos y
para ellos, y el de quienes, a pesar de sus límites y debilidades, tratan de
vivir su fe con coherencia. El punto de llegada y la meta es la experiencia de
Dios, el encuentro con Jesús que transforma los corazones. Después vendrá la
formación doctrinal y moral y la experiencia de la generosidad, la vivencia de
la fraternidad y el servicio a los pobres, iniciándoles además en el
apostolado, todo ello en un marco de familia, haciendo de la parroquia un
verdadero hogar para tantos jóvenes sin arraigo familiar.
El octavo capítulo está
dedicado a la vocación. Para el Papa “lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de
cada joven es ante todo su amistad”. En el marco de esa amistad, afirma, “somos llamados por el Señor a
participar en su obra creadora, prestando nuestra aportación al bien común a
partir de las capacidades que recibimos”. La vida del joven y de
cualquier persona debe ser para los demás ordinariamente en el
marco de la familia y del trabajo. A algunos, sin embargo, el Señor les llama a seguirle
en el sacerdocio o en la vida consagrada, camino que debemos proponer a los
jóvenes con valentía. Los jóvenes no deberían descartar esta posibilidad si
sienten la mirada atractiva y fascinante de Jesús.
El capítulo noveno está
dedicado al discernimiento vocacional. El Papa comienza afirmando que “sin la sabiduría del
discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las
tendencias del momento”. Se trata de entrever el misterio del proyecto
único e irrepetible que Dios tiene para cada uno. Se trata de reconocer la
propia vocación en un clima de soledad, silencio, oración y apertura a la
escucha de la llamada del Amigo, todo ello con el acompañamiento de personas
solventes y la ayuda maternal de María, la Virgen fiel, modelo de los que
escuchan la palabra de Dios y la cumplen.
Para
todos los jóvenes y cuantos les acompañan, mi saludo fraterno y mi bendición,
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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