“… Si
conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le
habrías pedido a Él, y Él te habría dado Agua Viva…”
Hermosas
palabras de la conversación-catequesis de Jesús a la mujer samaritana, que
representa a toda la Humanidad sedienta de Dios, pero que no conoce ese “don”
maravilloso de la Presencia de Jesucristo-Dios en su vida.
Hemos de
decir que Fotina, es, según la tradición, el nombre de esta mujer del
Evangelio. Santa Fotina es venerada por la Iglesia ortodoxa, no así por la
Iglesia Católica.
La
Humanidad se muere de sed. Es cierto, sed de agua para mantener su organismo en
funciones…Pero no es de esta agua de la que habla Jesucristo. El texto, un poco
largo, no se enuncia aquí, pero se recomienda leerlo en (Jn 4, 1-43).
Demasiado
a menudo pasa inadvertido para nosotros el “don de Dios” en nuestra vida.
Cuando
las cosas nos van bien, lo atribuimos a nuestro esfuerzo, nuestros
conocimientos o, incluso, a nuestra buena suerte. Sin desmerecer a los dos
primeros, - la buena o mala suerte no existe, pues todo es Providencia de Dios
en nuestra vida-, nunca o casi nuca atendemos a la llamada de Dios en nuestra
vida: a su “don”. El Señor lo denuncia, casi diríamos, con desánimo, con pena…
Y ya que
la Humanidad no conoce a Dios, Él se acerca a la Humanidad porque, como dice el
Salmo 62: “…mi alma tiene sed de Ti, y mi carne tiene ansia de Ti, como tierra
reseca, agostada, sin agua…”
Jesucristo,
en el Salmo, refleja el ansia y la sed de Él con el Padre. Los Salmos son la
oración de Jesús con su Padre, y se cumplen en Él y en todos los que le
buscamos, con sed, como esa tierra reseca. Jesús tiene sed de amor de la
Humanidad, y por eso pide: ¡Dame de beber!
No
es la primera vez, ni la última en que Jesús se expresa así. Recordemos en el
martirio de la Cruz: “…Tengo sed…” (Jn 19, 28). Sed de agua, después de los
terribles tormentos, pero, sobre todo, sed de la Humanidad, que no reconoce a
Jesús. “… Es un pueblo de corazón extraviado que no reconoce mi camino…” (Sal
94)
“…Tú le
habrías pedido a Él, y Él te habría dado Agua Viva…” si la Samaritana, la
Humanidad sedienta que no lo sabe que lo es, le hubiera pedido esa agua, que salta
a la vida Eterna.
Nuevamente
resuena la profecía del Salmo 81: “… ¡Ojalá me escucharas, Israel!” (Sal 81, 8)
Insiste e
insiste Dios (Yahvé) en escuchar: “… Escucha Israel, Yahvé, nuestro Dios, ¡es el
único Dios…! (Dt 6,4-10)
Y es, en
este episodio, quien lea el final del citado Evangelio, cuando Fotina aprovecha
la ocasión que se le presenta de conocer este don de Dios, de Jesús, que le
revela que es Él el Mesías, a quien ella había descubierto como un gran
profeta. Es la ocasión de “aprovechar” ese momento del paso de Dios por su
vida. Es lo que, en griego significa la palabra “Kayrós”
(Tomás
Cremades)
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