Primera lectura:
Hab 1,2-3; 2,2-4: El justo vivirá por la fe.
Salmo Responsorial:
Sal 94,1-2.6-7.8-9: Ojalá escuchéis hoy su voz: “no
endurezcáis el corazón”.
Segunda lectura:
2 Tim 1,6-8.13-14: No te avergüences de dar
testimonio de nuestro Señor
Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17,5-10:
¡Si tuvierais fe...!
jesús muerto y resucitado, respuesta
a los porqués de la vida cristiana.
En la oración de la misa
pedimos al Padre misericordioso nos libre de toda inquietud y nos responde en
las lecturas y especialmente en la presencia sacramental de la muerte y
resurrección de Jesús.
El profeta Habacuc en la
primera lectura plantea uno de los problemas que más inquietan en la vida
cristiana: “¿Por qué Dios permite esto?” El profeta ha vivido los desastres
causados a Israel por la invasión de los asirios. Reconoce que el pueblo ha
pecado contra Dios y se merece un castigo, pero ¿por qué un castigo por medio
de un pueblo que es mucho peor que Israel y que abusa de su poder? La respuesta
divina es invitar a esperar, un día lo comprenderá; mientras tanto “el justo
vivirá por su fe”, una fe que es aceptar
que Dios es señor poderoso y sabio de la historia y confiar en sus planes de salvación.
Jesús también afrontó este
problema con su vida y su palabra. En su vida, cuando en la cruz, próximo a la
muerte, experimentó el abandono de Dios: “Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” La respuesta del Padre fue la resurrección, respuesta que el
cristiano sólo comprende desde la fe.
En este contexto tienen sentido
las palabras que Jesús nos ha dirigido en el evangelio. Primero invita a crecer
en la fe, en la confianza en el poder y sabiduría de los planes de Dios, fe que
capacita para ser instrumentos de este poder y sabiduría. Pero la fe no es
simple pasividad y confianza en Dios, también hay que colaborar con él; por eso, en segundo lugar, invita a colaborar en los planes de Dios con
humildad radical, haciendo todo lo que el Padre espera de cada uno en su plan
de salvación de los hombres, como él lo hizo y
ha manifestado en el Evangelio, aunque no veamos su eficacia inmediata.
Por eso la postura del cristiano será conocer seriamente cuál es la voluntad de
Dios y llevarla a la práctica lo mejor que pueda, exclamando al final: “Somos
unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10). Es un
acto de fe en Dios protagonista de la salvación, que hay que hacer tanto cuando
las cosas van bien, como cuando no se ven claras, como en este caso.
Participar en la Eucaristía,
actualización sacramental de la muerte y resurrección de Jesús, implica aceptar
la respuesta básica del Padre, que capacita para seguir caminando en la
oscuridad de la fe. Cuando participemos la resurrección de Jesús,
comprenderemos plenamente el plan poderoso y salvador del Padre, que quiere la
salvación de todos los hombres, y exclamaremos: “Grandes y maravillosas son tus
obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los
siglos!” (Ap 15,3). Mientras llega ese momento, cada uno tiene que colaborar en
la obra de Dios, de acuerdo con el carisma que ha recibido, que debe avivar con
la ayuda del Espíritu Santo (segunda lectura).
Dr. don Antonio Rodríguez Carmona
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