jueves, 10 de octubre de 2019

Madrugar por Dios



 Madrugar por Dios: es intrigante esta afirmación. Si vamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, madrugar es “levantarse al amanecer” o “aparecer muy pronto”; viene del latín: “maturicare”, que, a su vez, viene de “maturare”, que significa “apresurarse”. Dicho esto, nos seguimos preguntando por la inquietante: madrugar por Dios. En la Escritura, madrugar significa: “rechazar las obras de las tinieblas”.

Y en nuestro idioma español, madrugamos cuando nos levantamos temprano. Ahí empieza a clarear el sentido; y la Escritura, como siempre, revela y destella una luz sobre la frase misteriosa:

Dice el Salmo 35:
El malvado escucha en su interior un oráculo de pecado: 
“no tengo miedo a  Dios, ni en su presencia”,
Las palabras de su boca son traición y maldad
Acostado medita el crimen…

Y, en esta postura de “estar acostado”, se mantiene mediante piensa en su interior con maldad, viviendo en el mundo de las tinieblas. En la traducción de la Biblia de Jerusalén, el versículo 5 lo traduce como: 
“…maquina maldades en su lecho, incapaz de rechazar el mal, 
Se obstina en el camino equivocado…”

Que en esencia es lo mismo, pero que nos abre una puerta de luz: De ahí que el “madrugar” nos impulse a levantarnos pronto sin darle cuartel al mundo de las tinieblas. Incluso aparece por ahí la palabra: “levantarnos”, como indicativo de la postura “estar en pie”, como imagen de la postura del Resucitado. Y, madrugando rechazamos las tinieblas de nuestra alma; las tinieblas que aparecen de forma diferente en cada persona, según su psicología, según los acontecimientos de su vida, según los pecados de su alma, según los vicios contraídos…son nuestras propias tinieblas.

Son esas tinieblas las que no nos dejan ver la Luz, que es Jesucristo. Cuando Cristo muere en la Cruz para salvación del mundo, éste se hizo tinieblas. Lo relata Mateo en la “Muerte de Jesús”: “Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra, hasta la hora nona, en que Cristo murió” (Mt 27,45)
El Salmo 62 nos recuerda: “Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo…”, 

Es decir, en tu Nombre rechazo las tinieblas de mi alma, las que no me dejan verte a Ti, Luz del mundo, Agua que apaga mi sed, que llena mi vida ansiada como tierra reseca sin Ti Por ello, madruguemos por Dios, rechazando todo lo que nos aparte de Él, disipando nuestras maldades, perdonando a nuestros hermanos, y amando a los que no nos quieren. Así es nuestro Dios, así es Jesucristo.

Alabado sea Jesucristo,

(Tomás Cremades) 
comunidadmariamadreapostoles.com


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