PRIMERA LECTURA.
Lectura del libro del Éxodo 17,8-13: Mientras Moisés
tenía en alto las manos vencía Israel.
SALMO
120, 1-2. 3-4.
5-6. 7-8:El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
SEGUNDA LECTURA:
Lectura de la
primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 31,14-4,2: El hombre de Dios
estará perfectamente equipado para toda obra buena.
EVANGELIO:
Lectura del
santo evangelio según san Lucas 18,1-8: Dios hará justicia a los elegidos que
clamarán a él.
perseverar en la oración
Jesús invita a perseverar
en las diversas formas de oración, pues es propio de un hijo el relacionarse
con su padre dando gracias, alabando y también pidiendo. Hay quién dice que la
oración de petición no tiene sentido, pues Dios ya sabe lo que nos sucede y no
es necesario dárselo a conocer. Es verdad que Dios lo sabe, lo dice el mismo
Jesús (Lc 12,30), y, a pesar de eso, nos dice que pidamos. Dios no quiere que
pidamos para darle a conocer lo que ya sabe, sino para que nos presentemos ante
él como pobres y necesitados. Y cuando se pide por otros, lo que le agrada es
vernos solidarios con las necesidades de los demás.
La parábola que se ha
proclamado enseña directamente la necesidad de perseverar en la petición, sin
cansarse, a pesar de que aparentemente Dios no escucha. Si la insistencia es
capaz de cambiar al juez indispuesto, ¡cuánto más a Dios, que está dispuesto!
Ciertamente, escuchará sin tardar. El problema está en lo que pedimos y cómo lo
pedimos. Nuestra petición nunca puede ser dictar a Dios lo que tiene que
darnos. Es legítimo que expresemos
nuestra petición pidiendo algo concreto, pero sin matiz de dictar. El
Padre siempre oye, pero da lo que más conviene. La experiencia de Jesús en
Getsemaní es aleccionadora: empieza la oración lleno de temor y angustia (Mc
14,33), pide en concreto que pase el cáliz, pero “que no haga mi voluntad sino
la tuya”; el Padre le oye, dándole no lo que pedía concretamente sino ánimo para afrontar la muerte, que era
lo mejor para consumar su obra. El Padre siempre oye, pero a su manera y en su
tiempo. De aquí la necesidad de perseverar para acoger lo mejor que nos dará el
Padre, pero en su tiempo. La misma perseverancia ya es respuesta de Dios, pues
crea un corazón humilde y confiado en su providencia, capaz de recibir los
grandes dones, que el Padre desea darnos. Pero dada la mentalidad utilitaria
reinante, “¿encontrará el Hijo del hombre cuando venga esta fe en la tierra?”
En el Padrenuestro Jesús
nos da las líneas generales de toda oración cristiana: sintonizar con Dios
nuestro padre, alabarlo (santificado...),
identificarnos con su plan salvador a favor de toda la humanidad (Venga tu reino). Y en este contexto, peticiones
por nuestras necesidades existenciales. La primera, el “pan” nuestro y todas
las necesidades materiales, pero junto a esto otras peticiones importantes para
la vida cristiana: la virtud de la penitencia (recibir constantemente su perdón
y capacitarnos para que perdonemos) y superar la tentación, especialmente la
gran tentación de perder la fe. Las peticiones del cristiano no pueden quedar
encerradas en el pequeño círculo de sus necesidades materiales inmediatas.
Perseverar en la
Eucaristía, la gran oración cristiana. Sin ella no hay vida cristiana ni
comunidad cristiana. Jesús nos mandó celebrarla para que todas las generaciones
se beneficien de su obra salvadora. En ella damos gracias, alabamos y pedimos
como miembros del pueblo de Dios por todas las necesidades de la Iglesia y la
humanidad. Frente a una mentalidad utilitarista, hay que descubrir su riqueza,
conociendo sus diversos elementos; prepararse para participar, leyendo
previamente las lecturas y pensando un compromiso concreto... Todo, menos la
rutina.
Dr. don Antonio Rodríguez
Carmona
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