jueves, 31 de octubre de 2019

Ni hallowen ni holywins, santos de la puerta de al lado




Incluso los agnósticos y los ateos ―como dice el prestigioso sociólogo Juan González- Anleo ― necesitan del sabor de lo sagrado, de la liturgia ―aunque sin cura― con olor a incienso y cera para evocar (ritualizar) los grandes momentos de la vida. Halloween es fiel reflejo de tal incoherencia.
Los que creemos en la vida eterna celebramos la fiesta de todos los santos y evocamos, al día siguiente, con emoción contenida, a nuestros muertos que viven ―aunque invisibles― de forma «transparente» junto a Dios eternamente felices en el cielo.
Media España peregrina este día al pueblo donde yacen los restos de sus padres o de sus abuelos para tributarles respeto y gratitud.
Muchos pueblos festejan a sus héroes anónimos haciéndoles un monumento al soldado, al maestro o al pastor desconocido. Los cristianos honramos a nuestros seres más queridos, cuyo rostro y nombre llevamos grabados en el corazón, evocando la huella que dejaron a su paso por el mundo e imitando su entrega total y su servicio desinteresado por el bien de la humanidad.
Se trata de esa multitud de hombres y de mujeres de toda raza, edad y condición… a los que el Papa Francisco ha calificado como «santos de la puerta de al lado», empeñados en construir un mundo más humano, justo y fraterno.
No tenemos que disfrazarnos de santo (holywins) sino ser nosotros mismos. Llevar a cabo el sueño de Dios en nuestra vida (santo). De esta forma podremos dar gracias a Dios por las maravillas que hace en cada persona. Al mismo tiempo podremos ensalzar a todos los seres humanos sencillos, buenos, entregados, generosos y solidarias, que han sido y son los verdaderos protagonistas de nuestra historia. Y, por último, tener presente en nuestra memoria y en nuestro corazón lo útil y lo bueno que cada uno aporta al progreso de la humanidad.
 Con mi afecto y bendición,
 + Ángel Javier Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón


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