miércoles, 23 de octubre de 2019

Jerzy Popiełuszko, sacerdote


   

Me arrodillo ante este Beato de nuestra era. Santo de Dios para el mundo y perseguido por el comunismo hasta su muerte. El día 19 de octubre de 1984, de camino a Varsovia, se consumaría la terrible amenaza. Fue secuestrado, brutalmente torturado, atado por los tobillos y manos hacia atrás junto con el cuello… Y con vida aún, arrojado al río Vístula con una bolsa llena de piedras sujeta a los pies.  
  
Me entristece su espantosa muerte, me alegra su santidad. Gracias Benedicto XVI por darle el reconocimiento que Dios le había otorgado en vida para su tierra, Polonia.

“Combatir el mal con el bien” era su lema. Hombre de paz necesitado por miles de almas que encontraban en él la comprensión y la justicia con el Rosario… Mártir por hacer la paz en medio de la infamia comunista.

Sus homilías hablaban de templanza y no de venganza, carácter pacífico y comprometido con las personas católicas de su País. ¡Pobre amigo de Dios!, Jesús dijo una vez: “Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros, porque al elegiros os he sacado del mundo y por eso os odia” (Jn 15, 18-19). Todo se cumple.

A ti mi dedicación y mis oraciones pos-mortem para que, si Dios lo concede, te “durmieras sin dolor” antes de tu terrible agonía, antes de que Dios te diera la mano. 

¡Qué espanto de maldad y almas perdidas! La madre de Jerzy dijo: “La mayor alegría sería la conversión de quienes mataron a mi hijo”. Ojalá Dios la escuche.    
Emma Díez Lobo



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