En esta Jornada Mundial por el Trabajo Decente de 2019 vamos orar
para que desaparezca la “indecente precariedad” que dificulta la vida digna de
tantas personas y familias trabajadoras. Porque el trabajo decente no solo
garantiza ingresos suficientes, sino que permite el crecimiento personal, la
contribución al bien común, el avance de la sociedad y el desarrollo espiritual
de la persona En España falta trabajo decente y sobra precariedad. Por otra
parte, comprobamos que el trabajo ha dejado de ser garantía para salir de la
vulnerabilidad. El Papa Francisco nos invita a hacernos esta pregunta:
¿Reconocemos, en serio, que las cosas no andan bien en un mundo donde hay
tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas
heridas en su dignidad? “Tierra, techo y trabajo… son derechos sagrados.
Reclamar esto no es nada raro, es la Doctrina Social de la Iglesia”. La
comunidad cristiana no puede ser insensible a esta realidad.
La precariedad en el trabajo no solo ocurre en la empresa privada,
sino también en la pública y en todo tipo de trabajo. “La mitad de los
profesionales que trabajan en el Sistema Nacional de Salud no tienen su plaza
en propiedad, además, entre esos médicos sin plaza, el 41% no consigue un
contrato a tiempo completo de más de seis meses, registrándose, en muchos
casos, una media de casi seis contratos al año con la Administración. Son datos
que se desprenden del estudio sobre situación laboral elaborado por la OMC”. La
precariedad en el empleo no es la solución a la pobreza y la desigualdad, sino
que se ha convertido en un factor que agrava los problemas personales,
familiares y sociales. Por lo tanto, digamos “NO” a una economía de exclusión e
inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata y
destruye. Pongamos la economía al servicio de los pueblos. La distribución
justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano es un deber moral. La
verdadera inclusión la proporciona el trabajo digno, libre, creativo, participativo
y solidario.
Palabras del Papa Francisco: “Me han relatado las múltiples
exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad laboral,… Son tantas y
tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin
embargo, un hilo invisible que une cada una de las exclusiones. No están
aisladas, están unidas por un hilo invisible. ¿Podemos reconocerlo?… Me
pregunto si somos capaces de reconocer que esas realidades destructoras
responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que ese sistema ha
impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la
exclusión social o la destrucción de la naturaleza? Si esto es así, digámoslo
sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras….
Queremos un cambio en nuestras vidas,… en nuestra realidad más cercana; también
un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria
requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la
esperanza… debe sustituir a la globalización de la exclusión y la indiferencia.
+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander
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