Todos morimos según la
calidad de vida de nuestro existir.
Calidad no tanto
respecto a logros profesionales y sociales, que también cuentan, sino esa
calidad de vida que elevándose majestuosamente frente a la llamada ineludible
de la muerte, la somete. Una calidad de vida así, que somete a la muerte no se alcanza
por haber tenido más o menos suerte; la tiene todo aquél que escoge como
acompañante de sus pasos a Jesús, El Buen Pastor; su Evangelio es la Fuente, el
Manantial de la Vida. Quien se deja pastorear por Él, incluso con momentos de
"tira y afloja" porque las dudas, que son normales, le asaltan,
encara la muerte amparado por Aquél por quien se dejó pastorear, Jesús que
tomándole en sus brazos como un cordero, lo lleva hasta su Padre: Dios.
Hay quienes viven
ingenuamente como si la muerte no fuera con ellos. La verdad es que no viven,
más bien malviven y como dice el Salmista, se dejan pastorear por la Muerte,
encima "están contentos con su suerte" (Sal. 49,14-15).
P. Antonio Pavía
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