Con el afecto y gratitud a nuestros ancianos y enfermos, seguimos hoy desgranando esos tópicos sociales imperantes que tantas veces nos impiden gozar de una vida plena y feliz.
LA
SEGURIDAD Estamos demasiado apegados a las cosas materiales. Éstas, en el mejor
de los casos, logran satisfacer nuestras necesidades pero no siempre
proporcionan la felicidad. Sólo cuando uno ha estado gravemente enfermo o ha
tenido una dificultad o un problema serio se llega a descubrir otra verdad. La
pandemia del Covid19 nos ha ratificado que nuestra familia sigue siendo todavía
hoy nuestra base más segura. Si no tienes el apoyo, el amor, el cariño, la
dedicación, que te ofrece tu familia, amigos o comunidad de fe, no tienes gran
cosa. Sin amor somos pájaros con alas rotas. Tu familia, ojalá también tu
parroquia, te ofrece además de amor, seguridad. Nada en el mundo, que yo sepa,
podrá ofrecerte esto. Ni el dinero, ni la fama, ni el trabajo ni el éxito
personal…
EL
DESLIGARSE En esta vida es muy importante aprender también a «desligarse» de
las vivencias pasadas. Todo es temporal. Sin embargo, el desapego no significa
que la vivencia no penetre, al contrario, hay que dejar que penetre plenamente.
Sólo así se es capaz de dejarla. Si contienes las emociones, si no te permites
a ti mismo llevarlas hasta el final, nunca podrás llegar a estar desligado,
siempre estarás demasiado ocupado con tu miedo. En cambio, si te sumerges hasta
el final, las vives de una manera plena y completa puedes llegar a saber lo que
te está pasando, a aceptarlo, a vivirlo con paz y serenidad y a poder
“soltarte”.
LA
AUTONOMÍA En general, las personas mayores, por el estilo de vida que llevan,
suelen ser autónomas e independientes. Se resisten, de ordinario, a que les
ayuden. Se sienten de menos, siguiendo las pautas culturales estándar, si les
tienen que bañar, vestir, dar de comer, llevar de un sitio a otro, incluso
limpiarles el «trasero». Y sin embargo, es preciso educarse para llegar a
disfrutar de nuestra dependencia. Es como volver a ser niños. Y todos sabemos
ser niños. Cuando nuestras madres nos tenían en brazos, nos acunaban, nos
acariciaban… a nadie le parecía excesivo ni se cansaba de tanta ternura. De
pequeños, sabíamos descubrir su amor y atención incondicional. También las
personas mayores son sensibles a la ternura y al final es ante lo único que
reaccionan.
+ Ángel
Pérez Pueyo
Obispo de
Barbastro-Monzón
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