Apasionante el susurro
de Jeremías con Dios: "Cuando
encontraba tus palabras las devoraba pues eran la alegría de mi corazón"
(Jr 15,16).
Los que leen la Biblia
por curiosidad o por cumplir con una práctica religiosa se limitan a eso, a
leerla y no la disfrutan. Los buscadores de Dios la leen con tanta hambre de
Dios que Él les concede palpar la Vida con las manos del alma y llegan a
conocer la alegría del corazón de la que habla Jeremías.
Volvamos al profeta. No
se limita a comer la Palabra, alimento del alma, sino que la devora; la
exultación de alegría de su corazón es muchísimo más que una emoción, es su
certeza íntima de que, por su relación tan entrañable con las palabras que Dios
le da como alimento de lo alto, recibe junto con ellas el Nombre de Dios, es
decir, que su nombre pasa a ser: ¡Jeremías de Yahvé! ¡Jeremías de Dios! Ya es
pertenencia suya. A esa alegría incontenible y colmada se refiere Jesús cuando
dice a sus discípulos de todos los tiempos: "Os
he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y sea colmada" (Jn.
15,11).
P. Antonio Pavía
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