Por eso me gustó tanto la poesía de Descalzo sobre la muerte, por su
sencillez y porque cala profundo, “Morir tan solo es morir/Morir se acaba/Es cruzar
una puerta a la deriva/y encontrar lo que tanto se buscaba".
¡Se acaba!
¡Sí, se acaba!, la niñez, la infancia, la adolescencia, la juventud,
la madurez, la vejez, y llega la muerte y, ésta, también ¡se acaba! Es algo tan
normal y evidente que casi se olvida.
Sí, se olvida que sin sol no puedes vivir, sin el sol todo se acaba.
Pero ya casi nadie agradece que el Sol salga todos los días del año y sigamos
vivos.
Sí, se olvida que sin agua no puedes vivir. Pero ya casi nadie
agradece que la lluvia caiga del cielo e inunde nuestros suelos.
Sí, se olvida que sin el viento que transporta el oxígeno, tus
pulmones explotarían. Pero ya casi nadie agradece el golpe del viento en
las mejillas, su ruido en las copas de los árboles.
Sí, se olvida que sin árboles, sin plantas que transforman el
anhídrido carbónico en oxígeno, no podrías respirar y te asfixiarías. Pero ya
casi nadie abraza, saluda a la naturaleza, a las plantas, ni da gracias a
Dios por el árbol que crece en la vereda de tu casa.
Sí, se olvida que sin amor, sin unos brazos que te acogieran en este
mundo, sin unos pechos que te amamantaran, sin alguien que te recibiera no
hubieras podido sobrevivir en este planeta tierra. Pero se te olvida agradecer
cada día el don de la vida.
Vivir sin tener en cuenta que estás de paso, sin recordar una vez al
día que nuestro tiempo es limitado sin analizar que las horas son reales y se
acaban, sí, ¡se acaban! Y llega nuestra
hermana la muerte que no es más que “abrir una puerta a la deriva y encontrar lo
que tanto se buscaba” y que también se acaba.
Empiezo diciendo y “sin querer queriendo” de mi
boca brotan las palabras a borbotones, “¡Morir solo es morir, morir se acaba!”
Gumersindo Meiriño
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